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Rosetta envía las primeras señales a la Tierra

La misión europea, que aterrizará en un cometa en noviembre, se ha despertado después de dos años y medio en hibernación en el espacio

Rosetta envía las primeras señales a la Tierra ESA

judith de jorge

Después de dos años y medio de sueño profundo a través de oscuras y frías zonas del espacio, la sonda espacial Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA) ha dado sus primeras muestras de actividad, un despertar que ha colmado de alegría a los científicos del Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC) en Darmstadt (Alemania). Ingenieros y científicos han estallado en aplausos y se han abrazado sin poder contener su entusiasmo tras horas a la espera de alguna señal. «Lo confirmamos, hemos restablecido el contacto con Rosetta... Es un gran éxito para toda la agencia espacial», señalaban sus responsables. En efecto, la respuesta de la nave significa que continúa su camino hacia el pequeño cometa Churyumov-Gerasimenko, adonde llegará a finales de año, y que la misión, completamente novedosa y una de las más complejas y ambiciosas que hayan tenido lugar en el espacio, sigue adelante: será la primera en ponerse en órbita y aterrizar sobre este objeto celeste. El objetivo final, comprender los orígenes y la evolución del Sistema Solar.

Rosetta, bautizada de esa forma por la antigua piedra que sirvió para desvelar los jeroglíficos egipcios, fue lanzada en marzo de 2004. Desde entonces, este cubo de 3.000 kilos de peso ha realizado un complejo y tortuoso viaje que incluye tres sobrevuelos sobre la Tierra y uno sobre Marte a fin de conseguir el impulso gravitatorio necesario, y la aproximación a dos asteroides, Steins, en septiembre de 2008, y Lutetia, en julio de 2010. Durante el tramo de máximo alejamiento del Sol, la nave entró en modo hibernación, de forma que durante 957 días se dedicó simplemente a girar sobre su propio eje para ahorrar energía. Pero el letargo terminó. Sobre las 11.00 (hora peninsular española) «sonó» su «despertador» y sus sistemas comenzaron a desperezarse 673 millones de km del Sol. Hay energía solar suficiente para encenderse de nuevo. Los sensores se calentaron, sus motores se encendieron para detener el movimiento de rotación y ajustar su orientación, y su antena de alta ganancia apuntó hacia nosotros para anunciar, a las 19.18 horas, momento en que se recibió la señal , la buena nueva: todo marchaba a la perfección. «Todo el proceso era muy delicado, pero teníamos la confianza de que iba a salir bien», apunta Michael Kueppers, coordinador de operaciones científicas de la misión. «¡Hola mundo!», decía la sonda en su cuenta de Twitter.

El objetivo de Rosetta es estudiar un cometa como nunca antes se había hecho. Conocer bien su composición puede dar importantes pistas de cómo se formó el Sistema Solar, hace más de 4.600 millones de años, ya que estas rocas son cuerpos antiquísimos. No solo eso, los científicos creen que los cometas jugaron un papel esencial en la evolución de los planetas, debido a sus impactos, y que es posible que trajeran la mayor parte del agua que existe hoy en los océanos de la Tierra. Incluso existe la teoría de que pudieron ser los «vehículos» en los que moléculas orgánicas complejas fundamentales para la aparición de la vida llegaron hasta nuestro planeta.

Laurence O'Rourke, también coordinador de operaciones científicas de Rosetta, cataloga la una misión de «excepcional, importante para el mundo entero, ya que nunca antes lo había hecho nadie». La nave se encuentra todavía a 9 millones de km del cometa, así que tiene tiempo suficiente para preparar el trabajo. Durante su aproximación, encenderá y comprobará el estado de once instrumentos científicos a bordo y otros diez del módulo de aterrizaje, llamado Philae. También realizará miles de fotografías de la roca que servirán para conocer mejor sus características, como su masa, forma, atmósfera o campo gravitatorio. Además, deberá elegir el mejor lugar de aterrizaje posible.

Trabajos de perforación

Cuando por fin dé alcance a su objetivo, Rosetta liberará la subsonda, que se posará sobre la roca sujetándose con tornillos y arpones para evitar rebotar sobre su superficie. Ocurrirá el 11 de noviembre. La maniobra no puede ser más arriesgada: el cometa es muy pequeño, apenas tiene 4 km de diámetro, una gravedad despreciable, y se mueve a una velocidad de 135.000 km por hora.

La Philae, de 100 kilos de peso, perforará el cometa hasta 30 cm. bajo su superficie, donde podrá encontrar más fácilmente los materiales originales que luego analizará en el laboratorio de a bordo. Operará allí durante varias semanas y transmitirá datos a la Tierra a través del orbitador. A continuación, la misión pasará a una fase de «escolta», en la que acompañará al cometa en su viaje durante dos años. Además, la roca, que realiza una órbita completa alrededor del Sol cada 6,6 años, irá acercándose al mismo, lo que significa que su núcleo inactivo comenzará a calentarse y sus compuestos (agua, polvo, dióxido de carbono...) se evaporarán formando una coma (su atmósfera) y una cola. Todos esos cambios provocados por el incremento de la radiación solar serán observados por la nave. «Es la primera vez que podremos investigar con tanto detalle el material de un objeto que pasa la mayor parte del tiempo lejos del Sol, donde no cambia mucho y permanece en el estado de los tiempos en los que se formó el Sistema Solar», indica Kueppers.

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