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ABC Cultural

En el traje de Anthony Hopkins

e. rodríguez marchante

Glenn Close es una actriz que hace cubitos de hielo con sólo mirar el agua, una actriz a la que la pantalla cree a pies juntillas, se ponga lo que se ponga, sea un traje de condesa, de villana, de bombero o el de Anthony ... Hopkins en «Lo que queda del día». Es igual, Glenn Close pone a hervir una historia mientras congela al que la está mirando… El Premio Donostia de este año se ha venido a recogerlo con una película titulada «Albert Nobbs», que ha dirigido Rodrigo García y en la que interpreta a un impecable camarero de hotel de lujo en la Irlanda de finales del siglo XIX. Pero el primer plano de Glenn Close, encerado como un adoquín sevillano en Jueves Santo, con la mirada dudosa y desvalida, y como reafirmándose en un «yo soy Albert» a kilómetros luz del «yo soy Vicente» de Almodóvar, es un buen mapa de la situación de la mujer allí y entonces. Rodrigo García, un cineasta con peculiar sensibilidad para contener y exhalar emociones y sentimientos que tienden a ser considerados «femeninos», logra una perfecta urdimbre de ambientes, personajes, situaciones..., ese «grano» Ivory, además de una intriga turbadora y siempre al borde del melodrama, pero sin el menor traspiés. Como es obvio, lo más llamativo es la interpretación de Glenn Close, su modo de acoger generosamente dentro de ella a ese Albert Nobbs, tan marciano y a la vez tan comprensible. Parece ser que en esta ocasión su habitual nominación al Oscar tiene trazas de convertirse por fin en un «andegüiner», o como se diga ahora.

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