Felip Puig: «No descarto pedir ayuda a la Guardia Civil si es necesario»

—Cataluña ya se ha destacado en el asunto de los indignados por el alcance de los incidentes. ¿Por qué cree que es así? ¿Por qué su gobierno ha sido el primero en aplicar severos recortes? ¿Por los famosos 400 violentos profesionales radicale y antisistema que se apuntan a todos los jaleos?

—Coinciden varios factores. Uno estructural de la sociedad catalana, que desde el siglo XIX ha tenido una cierta pulsión, una capacidad de revolución que ahora, con la crisis, vuelve a emerger con fuerza, con brotes violentos. Por otra parte, también tenemos la singularidad de haber sido el único gobierno en el Estado que ha tenido la determinación y el coraje de hacer las reformas necesarias de cara a conseguir salir de la crisis.

—¿Cómo combatirán a estos 400 violentos habituales?

—Hay que actuar de forma coordinada con las instituciones judiciales y con la divisiones de información de la policía para empezar a imputarles los delitos pertinentes, que en el caso del pasado miércoles van desde la obstrucción de la entrada del Parlamento, que ya es en sí un delito, a las agresiones a los parlamentarios.

—Denuncia que los violentos usan nuevos sistemas. Hay quien replica que es poco más que el Twitter.

—No es sólo Twitter. Son medios de transmisión y comunicación, métodos informáticos, intentos de ataque de «hackers» a los sistemas policiales, métodos de guerrilla urbana, etc.

—Admitió «insuficiencias» en el dispositivo policial del pasado miércoles, e incluso alegó que se quedaron cortos de efectivos pese a contar con todos los mossos disponibles. Entonces, ¿por qué no recurrió a antidisturbios de la Urbana o a la Policía Nacional o la Guardia Civil?

—Tuvimos un grupo de Guardia Urbana colaborando, pero no es que nos quedáramos cortos... Había que buscar un equilibrio: asegurar la entrada de los diputados, que se logró pese a algunas agresiones por las que me disculpo, y la celebración del pleno, que también se logró. Pero también había que medir bien el nivel de intervención para evitar que las consecuencias fueran un escenario dantesco. Que a las ocho de la tarde, después de según que cargas policiales hechas por la mañana y difundidas al mediodía por los medios, no hubieran 3.000 sino muchos más manifestantes intentando evitar la salida de los diputados del hemiciclo...

—Insisto. Dado que advierte de que esta violencia puede ir a más, ¿no se ha planteado recurrir a la Guardia Civil o la Policía Nacional?

—Hasta la fecha no me lo he planteado y mientras los efectivos de Mossos me trasladen su convicción de que tenemos suficientes recursos para atender nuestra obligaciones, evidentemente contaremos con los Mossos d'Esquadra. Pero no descarto que en algún momento, si es necesario, si evaluamos que hacen falta más efectivos de los que en estos momentos dispone la policía de Cataluña, se pueda pedir la incorporación, bajo el liderazgo y la autoridad del presidente de la Generalitat y del consejero de Interior, de miembros de otros cuerpos y fuerzas de seguridad. Lo hacemos con cierta regularidad con miembros de la Guardia urbana y en materia de incendios hemos contado a veces con la Unidad Militar de Emergencias del Ejército. Que nadie vea en este caso prejuicios o apriorismos ideológicos. Si es necesaria la colaboración de estos Cuerpos del Estado en algún momento, pues será puesta a disposición por parte del Ministerio de Interior, estoy convencido.

—¿Le ve final a este conflicto entre las instituciones y el 15-M?

—En primer lugar, creo que el movimiento recobraría credibilidad si denunciara y se apartara de los grupos violentos y, por otra parte, no promoviera acciones que son delito, como sentarse frente a un parlamento e impedir que entren los diputados.

—Pero más allá de estos incidentes, a medio y largo plazo.

—Poner en evidencia que los movimientos alternativos, en algún caso, acaban siendo violentos. A ver si de esta manera no gozan de tanta simpatía en algunos sectores intelectuales.

—¿Qué opina de las reivindicaciones de los indignados?

—Comparto muchas de sus reflexiones, pero echo en falta una visión de país... Creo que hay una visión muy de carácter universal o en algunos casos muy española, y creo que Cataluña tiene singularidades de país que deben abordarse. Además, debemos explorar nuevos mecanismos de participación. Hay países que utilizan más las consultas populares, por ejemplo. Aquí, por contra, se sacralizan o se banalizan.