No se puede esperar más
Análisis
De nuevo estamos con la reforma laboral. La crisis actual permite observar cómo algunos países que también valoran la seguridad en el trabajo han conseguido compaginarla con la competitividad. Los alemanes tienen una ley laboral relativamente rígida, pero sus sindicatos han colaborado para proteger de ... verdad los puestos de trabajo. Los franceses, con un mercado laboral casi tan rígido como el español, han reformado el subsidio del paro y los servicios públicos de empleo para que los parados se lancen rápidamente al mercado. Los suecos, daneses y holandeses llevan años compaginando leyes laborales poco rígidas con un sistema de paro generoso que obliga a los desempleados a partir de unos seis meses a formarse y buscar trabajo. En todos estos ejemplos, prima el realismo, han aprendido de crisis anteriores.
En España, desde 1980, fecha en que se aprobó el Estatuto de los Trabajadores, estamos debatiendo la reforma laboral y hasta ahora no se ha hecho nada significativo. Los pasos son claros: reorganizar la negociación colectiva, crear un nuevo contrato único —sin ninguna de las infinitas modalidades actuales— con un coste de despido que suba con la antigüedad hasta un máximo razonable, reorganizar la formación —probablemente en una gran colaboración público-privada—, ligar el subsidio del paro a la formación y recortarlo a las personas que no asistan a cursos o rechacen una oferta de trabajo, hacer que las oficinas de empleo actúen o subcontraten su actividad a empresas privadas. La lista es larga.
Quizás no se puede hacer todo a la vez. Pero hay que empezar. No se puede esperar más.
Economista de IE Business School
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