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UNA HUELLA EN LA ARENA

Café

Ha sido el ministro Miguel Sebastián quien ha traído nuevamente a la actualidad esta bebida excitante

FRANCISCO ESTUPIÑÁN

EL CAFÉ está muy presente en los hábitos diarios de los españoles hasta el punto de que genera incluso una cultura singular, según la persona o el sitio en que nos encontremos.

Están los forofos del expreso corto, los del cortado natural o leche y leche, los del descafeinado de sobre o de máquina, los del carajillo… Geográficamente, la nomenclatura más compleja quizá sea la de Sevilla, donde hay café solo, cortado, manchado…

Con tal omnipresencia, esta bebida se ha incorporado también, de modo inevitable, a la dialéctica política desde los albores de nuestra actual democracia.

Fue precisamente el ex ministro Manuel Clavero Arévalo, en el segundo Gobierno de UCD, quien inauguró esta tradición cuando ofreció «café para todos» en la construcción del Estado autonómico. Esta expresión resultó tan afortunada que ha perdurado como un latiguillo en el discurso público español.

La infusión, sin embargo, no volvió a alcanzar un nuevo y renovado papel estelar en el foro hasta que, en 2007, un ciudadano preguntó a Rodríguez Zapatero, en un programa de televisión, si sabía cuánto costaba una taza. El presidente respondió que ochenta céntimos de euro, lo que confirmaba ante una audiencia millonaria que el susodicho no tenía pie en la realidad, sino en la cafetería del Congreso de los Diputados, que no es de este mundo.

Estos días ha sido el ministro Miguel Sebastián quien ha traído nuevamente a la actualidad esta bebida excitante. Pretendiendo minimizar las críticas, que califican de «tarifazo» la subida del costo de la electricidad a partir de este mes, el buen hombre aseguraba que sólo supondrá a cada español poco más de lo que le cuesta una taza de café. No obstante, evitó precisar el ministro si a precio del Congreso, del bar de cualquier esquina o del hotel Palace, en la misma plaza de las Cortes. Y ha puesto a todo el mundo de los nervios con esta trivialización de la subida del recibo de la luz cuando, al parecer, no será la única que se produzca en este año que acabamos de empezar.

Lo cierto, en cualquier caso, es que con el aumento generalizado de la presión fiscal, la subida de tarifas de todos los servicios públicos, la reducción o congelación de salarios y pensiones y la práctica desaparición de cualquier ayuda pública, pocos serán los que cedan a tomar o invitar a cafés a tutiplén, como siempre ha sido habitual en los bares de este país. Pero no hay mal que por bien no venga: si a los pronósticos económicos para este año de 2011, sumáramos la ingesta cotidiana de cafeína, no habría en España quien pegue ojo.

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