Filósofo para tiempos de globalización
Raimon Panikkar falleció ayer a los 91 años en su casa de Tavertet (Barcelona)
JUAN ÁNGEL JURISTO
En un día de extremo calor madrileño me entero de la muerte de Raimon Panikkar, hermano del también filósofo Salvador Paniker y uno de los pensadores españoles cuya excelencia, notable, se ha desarrollado de la única manera en que es dado pensar hoy día, desarrollando ... una suerte de ofrenda al modo de un árbol del que cada uno recoge sus frutos al margen de la triquiñuela holgazana, de la añagaza del espectáculo, vale decir, del malentendido. Bien es cierto que cabría decir, tanto por su obra, como po la manera en que divulgó su pensamiento, que Raimon Pannikar tenía algo de emboscado. La afortunada metáfora jüngeriana nos complace pero no le rinde justicia, porque este jesuita que formó parte, junto a Escrivá de Balaguer, del Opus Dei en sus inicios hasta principios de los sesenta, es uno de los pensadores que ha hecho de la transparencia de las principales culturas del mundo un modo de vivir que no admite el atisbar desde atalaya alguna. Su lugar es el especio público y su figura tenía algo del imaginario que admitimos en los sabios de antaño, detalles un tanto inventados, como el Zaratustra de Nietszche pero que es uno de las pocas maneras, quizá un poco kistch, en que fantaseamos sobre el filósofo de antaño, esa mezcla armoniosa entre sabio, sacerdote, en cuanto señor del concepto de lo sagrado, y filósofo, pero no sólo en el aspecto aristotélico de amor a la sabiduría, sino, como él mismo decía, invirtiendo graciosamente los términos, de sabiduría del amor.
Todo en su vida fue una vocación de unir lo que siglos de cultura occidental quiso dividir por voluntad de conquista, de unificar en una sola visión lo que apariencia es desunión, desorden, pero sólo en apariencia. Quizá el verso de Kipling que nos habla de la imposibilidad de unión entre Oriente y Occidente fuese más real, más práctico en el momento en que se escribió pero la lección de Pannikar, la grandeza de su lagado, en definitiva, fue transmitirnos la certeza de que las grandes culturas del mundo participan de la misma visión y que, en definitiva, todos estamos embarcados en la misma nave. En este sentido Panikkar fue un pensador para tiempos de globalización y fue así porque, en realidad, aquel que posee la llave de la intuición justa sabe que se piensa para todos. La obra de Panikkar, ingente, no está hecha para el consumo enorme, ni siquiera de esas inmensas minorías que proliferan ahora por doquier. No. Pero sus trabajos sobre cristianismo, hinduismo y budismo nos hablan bien a las claras del camino que debe seguir un pensamiento que no tenga en cuenta la dicotomía como base conceptual, antes bien, se base en la negación de cualquier parcelación de la realidad, siempre más rica que cualquier teoría. Este calor tórrido armoniza con el pensamiento de Raimon Panikkar: enervante, lleno de luz… la vida, por la que siempre abogó.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete