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Las vacaciones de los presidentes de EE. UU. siempre tienen mensaje

El descanso estival de los ocupantes de la Casa Blanca provoca en Estados Unidos el escrutinio popular, polémicas partidistas y hasta ejercicios de coreografía electoral

Las vacaciones de los presidentes de EE. UU. siempre tienen mensaje REUTERS

PEDRO RODRÍGUEZ

Se supone que unas vacaciones de verano deben ser algo relajado, una oportunidad para recargar pilas y salir de la rutina. Pero para los ocupantes de la Casa Blanca, el descanso estival es siempre una cuestión más bien complicada y no sólo por la faraónica logística que supone todo viaje presidencial. Ya que salir del despacho oval para descansar suele inspirar cuantiosas dosis de escrutinio popular, polémicas partidistas e incluso ejercicios de coreografía electoral.

Para empezar, la idea de un mes de vacaciones pagadas suena en Estados Unidos a exotismo de la Europa continental y manirrota. Con suerte, el ciudadano medio suele disfrutar de unos diez días de veraneo con su familia. De ahí que largas ausencias de la Casa Blanca terminen siendo cuestionadas. Además, en la era moderna de la presidencia de Estados Unidos, siempre hay problemas, crisis y penurias que tienden a poner en tela de juicio el ocio del comandante en jefe, como ocurrió con la afición de Ronald Reagan a su rancho de California.

Las encuestas de Clinton

El presidente Bill Clinton, de cara a su reelección para un segundo mandato, llegó a encargar encuestas de opinión para determinar un destino de veraneo políticamente correcto y popularmente aceptable. Y terminó en Wyoming. George W. Bush fue duramente criticado por acumular durante sus ocho años en la Casa Blanca 149 visitas y 487 días de estancia en el retiro de Camp David. Además de 77 visitas y otros 490 días en su querido rancho de 1600 acres en el corazón de Texas. Todo según las meticulosas estadísticas tabuladas por Mark Knoller, corresponsal de la CBS.

Polémica mansión

En el caso de Barack Obama, la polémica también ha venido acompañando cada vez más sus vacaciones presidenciales. Nadie le criticó por una estancia familiar de once días en su Hawai natal antes de tomar posesión en enero del 2009. O haberse escapado a su cuna política de Chicago. Pero cuando el verano pasado optó por una lujosa mansión en la exclusiva isla de Martha´s Vineyard, acompañado por la adinerada élite del Partido Demócrata, los reproches fueron inmediatos y cuantiosos.

La controversia llegó hasta tal punto que durante una entrevista, en parte con preguntas remitidas a través de Twitter, el presidente fue directamente cuestionado si se sentía "culpable" al embarcarse en unas lujosas vacaciones mientras tantas familias de Estados Unidos se enfrentan a graves problemas económicos por la mayor crisis desde la Gran Depresión. Según la respuesta de Obama: "Todos y cada uno de mis días pienso en las penurias que la gente está sufriendo pero no creo que el pueblo americano esté pensando en que por eso no deba pasar tiempo de calidad con mis hijas".

En plena crisis de BP

Este verano la polémica también sigue la pista del asueto presidencial. Cuando a mediados de julio, la primera familia de Estados Unidos acompañada por su perro Bo se escapó durante un intensivo fin de semana a la bucólica zona de Bar Harbor, en la costa atlántica de Maine, tampoco faltaron reproches de falta de sensibilidad. Con insistencia en que Obama debería haber tenido el solidario detalle de visitar alguna zona costera del Golfo de México no salpicada directamente por el masivo vertido de British Petroleum. Con una industria turística afectada que ya calcula unas pérdidas de más de 20.000 millones de dólares durante los próximos tres años.

La Casa Blanca ha tenido que reaccionar y programar sobre la marcha una salida para el fin de semana del 14 de agosto con destino hacia algún lugar de las costas de Florida sin chapapote. En esas playas todavía por confirmar, Obama tendrá que hacer de cara a la galería y salvando las distancia un poco como Manuel Fraga bañándose en las aguas de Palomares, tras el siniestro en 1966 de un bombardero estratégico B-52 de Estados Unidos cargado con bombas termo-nucleares.

Después de Florida, los Obama volverán a recalar en la isla de Martha's Vineyard entre el 19 y el 29 de agosto, a pesar del mal tiempo y las interrupciones del año pasado. La confirmación oficial de la Casa Blanca ya ha recibido las consiguientes quejas sobre cómo es posible veranear en una de las zonas más exclusivas y peponas de Estados Unidos con dos guerras pendientes, el mayor vertido de crudo en la historia de Estados Unidos y una dolorosa tasa de paro que no baja del 9,5 por ciento.

Estas críticas de elitismo desafortunado también se están dirigiendo también hacia la conocida afición del presidente Obama al golf, deporte que el ocupante de la Casa Blanca gusta de practicar todos los fines de semana en un base militar a las afueras de Washington y también cuando está de vacaciones. El Comité Nacional Republicano ha llegado a lanzar una página en la web titulada "¿Jugar al golf o salvar el Golfo?" para ilustrar estos reproches de prioridades equivocadas.

Como ha explicado el historiador presidencial Bill Leuchtenberg en las páginas del "Boston Globe", es difícil predecir si el ocio de Obama y su familia tendrá un precio con los votantes. A su juicio, los americanos entienden que sus presidentes necesitan tiempo libre pero al mismo tiempo resulta muy llamativo este año "elegir una playa prístina en Nueva Inglaterra mientras los pescadores en el Golfo de México están atrapados en la mugre"

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