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La más cruda realidad

«LA desaceleración no va a ser ni profunda ni prolongada. Va a ser una desaceleración para la cual nuestro país está más preparado que nadie», afirmaba el 25 de febrero de 2008 el presidente del Gobierno. Dos meses después, el 28 de abril de ese mismo año, Rodríguez Zapatero arremetía contra la actitud de quienes «exageran sobre el alcance de la actual situación económica: es antipatriótica, inaceptable y demagógica», sentenciaba. En junio, el jefe del Ejecutivo iba más allá: «España tiene condiciones para ambicionar llegar a los niveles de empleo de la media europea y de pleno empleo técnico. Vamos a trabajar por ello. El Gobierno ha sido el que más ha acertado en sus previsiones».

El Fondo Monetario Internacional hizo ayer público su Informe de Perspectivas Financieras, en el que se confirma la recuperación de las grandes economías del mundo, que abandonarán las cifras de crecimiento negativo en 2010. Sólo hay una excepción: el FMI prevé que España cierre este ejercicio con una contracción del 0,6 por ciento del PIB. Por otra parte, el Instituto de Estudios Económicos, con datos del Instituto de la Economía Mundial de Kiel, reveló que durante este año la tasa de paro registrará un moderado aumento en el conjunto de países de la UE, y pasará del 9,1 por ciento en 2009 al 10,2 en 2010. En lo que respecta a España, el informe es demoledor: «La situación del mercado laboral será muy preocupante porque la tasa de paro alcanzará el 20 por ciento, y con ello duplicará la media y registrará la mayor cifra de desempleo de toda la Unión Europea», por delante de Letonia, que alcanzará el 17,5 por ciento; Lituania, el 16,5; Estonia, el 12,8, y Eslovaquia, el 12,6. Las palabras de Zapatero son tan elocuentes como los datos y las cifras. Peor que la crisis económica son la negación de la misma -esa recurrente oratoria que trata de poner música al drama del desempleo desvirtuando la realidad de la situación- y una permanente huida hacia adelante que hoy mantiene a España en una peligrosa encrucijada. Perdida la palabra y la confianza de los españoles, lo que se no se puede perder es más tiempo. Está en juego la prosperidad y el futuro de una nación en franco retroceso.

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