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Piratas, traidores y mentiras

NOS cuenta el señor portavoz socialista en el Congreso, Alonso, que el Gobierno lo ha hecho todo muy bien durante la crisis del «Alakrana» porque el objetivo, la liberación de los pescadores, se ha conseguido. Y la vicepresidenta socialista De la Vega nos advierte de que quienes no estemos totalmente de acuerdo con el señor Alonso, debiéramos hacérnoslo mirar, porque somos en realidad la quinta columna de los piratas en España. Luego cuidado, queridos amigos lectores, porque si pertenecen Ustedes a esa especie que piensa que quizás se podrían haber hecho las cosas mejor, en aras de la dignidad nacional, la integridad de nuestro Estado de Derecho y la respetabilidad de nuestras instituciones, pueden entrar en la lista de sospechosos de piratería. Como tales entrarán Ustedes todos en la lista del SITEL en la que el ministro Fouché controla nuestros movimientos, palabras y pensamientos para evitar desmanes del enemigo. Y automáticamente toda su familia y su entorno entrarán en la banda de corsarios, por decisión gubernamental, sin saberlo, sin haber blandido jamás una daga, empuñado un Kalashnikov ni haber pisado un barco en su vida. Así están las cosas. Desde luego, parece mentira que nuestros gobernantes se pongan nerviosos sólo porque se les cace una mentira. Cuando se dedican casi exclusivamente a producirlas y difundirlas. Tan nerviosos se han puesto todos que se le ha ido la cabeza hasta al ministro que tiene fama de tener, además de estudios de ciencias, sangre de rodaballo. Todos al parecer nos volvemos mayores. Y Fouché Rubalcaba no iba a ser menos. Hace unos años cuando todavía ocultaba a los asesinos del GAL no le habría pasado. Pero ayer, después de las preguntas que le dirigió el diputado del PP, Carlos Floriano, fue hacia él como un energúmeno por los pasillos del Congreso y le espetó, ante testigos que «veo todo lo que haces y dices». La amenaza es tan evidente que parece una frase de Al Pacino. Pero no le falta razón al ministro de la vigilancia y la trampa. Ve todo lo que hacemos y decimos. Y lo utiliza como le conviene. Y el principal objetivo de querer y poder saber todo lo que hacemos y decimos los demás ciudadanos es precisamente lo que ayer hizo el ministro nada menos que en el Parlamento, amenazar e intimidar. Si esto se lo hacen a un parlamentario, imagínense la capacidad de presión que puede ejercer sobre policías y jueces, sobre políticos y periodistas, sobre empresarios o funcionarios. Cuidado, que se lo que haces y lo que dices. Es toda una declaración de la vocación intimidatoria y totalitaria. Después nos dijo Rubalcaba, nervioso como nunca, perdida esa relajada presencia de ánimo y frialdad que le dio fama, que se refería a que sabía lo que hacía Floriano porque lo veía y oía en televisión y por radio. Querido Alfredo, ni Floriano aparece por radio y televisión como para que sepas todo lo que hace, ni nadie se cree que seas tan televisivo y radioyente. En ese nerviosismo del que pierde el control, te vino sencillamente a ver Sigmund Freud. Y dijiste, por equivocación, una verdad. Por fin una verdad, podríamos decir alborozados. Pero nos preocupa. No porque don Alfredo vaya a seguir mintiendo después del lapsus -lo que damos por hecho-, sino porque tanto el caso SITEL como ahora el escándalo mentiroso de la crisis del «Alakrana» van a obligar a mentir a todo el Gobierno en masa y, lo que es peor, van a llevar al Gobierno a forzar a mentir a gentes que no suelen hacerlo. Porque ahora el Gobierno va a intentar que todos los implicados, desde los fiscales a nuestros militares, mientan con ellos o se conviertan en colaboradores de los piratas, es decir de los españoles que no les creemos y sabemos de su indignidad. Cuando paradójicamente, los únicos colaboradores de los piratas, sus financiadores en todo caso, están en el Gobierno.

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