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Un pacto de caballeros

UN trato es un trato. Si un Gobierno respetable llega a un acuerdo con unos señores piratas está obligado a cumplir su palabra por un imperativo moral de caballerosidad y buena crianza. ¿O se puede permitir que los piratas sean más leales a un pacto que un Estado democrático? Porque al fin y al cabo los asaltantes del «Alakrana» han actuado con una fiabilidad absoluta, dejando aparte el detalle inicial del secuestro con violencia, que tampoco lo iban a pedir por favor; pero en cuanto trincaron la pasta soltaron a los rehenes, dejaron el barco y se largaron sin un mal gesto. Habría sido una bellaquería dispararles a dar o detenerlos; a unos tipos que se comportan con esa nobleza no se les puede despedir encima a tiros. Ahora le toca a España acabar de cumplir su parte con los dos prendas que andan por Madrid haciéndose radiografías; si no se les encuentra una salida digna, un retorno honorable, vamos a quedar como auténticos rufianes.

La oposición se queja porque querría, en su antipatriotismo proverbial, que este Gobierno y su presidente anduviesen en bocas como unos incumplidores, unos informales, unos malquedas. Que se retratasen ante el Tercer Mundo como gente desleal y poco de fiar, como arrogantes explotadores capitalistas capaces de engañar a los pobres africanos. Ya es un síntoma de superioridad etnocéntrica llamarles piratas sin comprender que sólo se trata de seres humanos empujados a la violencia por el estado de necesidad y la desintegración social propiciada por el reparto injusto de la riqueza. En puridad, son gentes de armas que ante la ausencia de un ejército regular en su país protegen las riquezas naturales del mar frente a la sobreexplotación imperialista. A la derecha les gustaría tratarlos a tiros y encerrarlos en galeras, como hacían sus antepasados. Pero éste es un Gobierno de progreso que entiende el orden internacional de forma igualitaria, y por eso ha mandado a un señor embajador a negociar el rescate. Que tampoco debería de considerarse un rescate propiamente dicho, que suena al pago de una extorsión, sino una contribución solidaria a la lucha contra la pobreza y a la ayuda al desarrollo. Seguro que invierten el dinero en mejoras tecnológicas y organizativas para mejor defender su patrimonio pesquero del saqueo occidental. No como ahora, que tienen que ir los muy desgraciados en chalupas y esquifes zarrapastrosos con lanzagranadas y kalashnikovs de segunda mano.

Ya decía el clásico que pacta sunt servanda: los acuerdos están para cumplirlos. Y eso es lo que ha hecho el Gobierno, negociar con lealtad, con el fair play y la generosidad propios de una potencia moderna. Con buen rollito y sin amenazas, como corresponde a un trato entre hombres de paz. Que se enteren en Somalia, en Kenia, en el mundo entero y pleno: los españoles somos unos caballeros. Y a mucha honra.

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