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Réplica serena a un antifranquista inmoderado

Me refiero al jesuita Fernando García de Cortázar. A propósito, en este largo y cálido verano, me había propuesto una cura de silencio. En primer término porque no me había podido aliviar del dolor de haber perdido a un fraternal e incomparable amigo, que fue ... un notable profesional de la medicina y un activo militante de unas ideas que el señor a quien aludo en esta carta, no ha llegado a comprender del todo. Quería refugiarme ante dos estímulos esenciales: el mar y la montaña. Ambos me proporcionaban el silencio necesario para meditar sin pedantería y sin dogmatismo lo efímero de esta vida y lo fugaz de tantas ilusiones. Pero al hilo de la afirmación del propio señor Cortázar: «siempre me han intrigado el olvido y la prisa en aceptar presiones de una vulgar superficialidad» precisamente en esta circunstancia protagoniza el autor del artículo «Manía persecutoria» publicada en la Tercera de ABC una vulgarísima interpretación de una etapa que, vuelvo a repetir, tuvo en la reciente historia de España, sus luces y sus sombras, sus aciertos y sus errores.

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