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El cartero del Estatuto

SE supone que el Estado de Derecho se rige en teoría por el imperio de la ley, pero en el cuadro estupefaciente de nuestra degradada democracia ya ni siquiera produce asombro que altas autoridades se manifiesten dispuestas a desacatar al más alto tribunal si emite ... una sentencia que les contraría. Hemos llegado a un nivel de descomposición moral de la política que a nadie le llama la atención que el presidente de la Generalitat -máximo representante del Estado en Cataluña- y el del Parlamento autonómico declaren con máxima seriedad su intención de ignorar cualquier fallo adverso sobre el Estatuto que ampara sus cargos. Los tipos encargados de redactar las leyes y hacerlas cumplir se niegan -preventivamente además, lo que viene a constituir una coacción o una amenaza- a someterse a cualquier veredicto judicial que les parezca inconveniente, y lo hacen alegando la supremacía de los pactos políticos. A su espíritu de insubordinación añaden así una severa dosis de ignorancia sobre los fundamentos jurídicos del sistema que ellos mismos encarnan; en cualquier país normal gente así sería víctima del oprobio de la opinión pública, pero no es descartable que aquí la veamos pronto ennoblecida por su briosa resistencia en nombre del soberanismo identitario.

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