Retrato de una obsesión
Arndt la esperaba a la salida del teatro cada noche. Había viajado desde Alemania hasta Madrid en autobús durante cuatro días con el único objetivo de ver a Sara, a aquella mujer que descubrió en el Canal Internacional de TVE. Cada gesto, cada sonrisa de ... Sara en su personaje de Alicia en «Amar en tiempos revueltos» era interpretado por Arndt, a través de las ondas, como una señal de amor hacia él. Esa obsesión enfermiza le impedía comprender que ella le rechazara. Por eso, la noche de la última función, tras recibir una nueva negativa, se abalanzó sobre la joven y la disparó, con una ballesta, como si fueran las flechas de Cupido. Ayer el juez decidió enviar a prisión al agresor por tentativa de homicidio.
Arndt no ha sido el primero en desarrollar una obsesión enfermiza. En la memoria reciente hay ejemplos conocidos. Cuatro disparos de un admirador acabaron con la vida del ex beatle John Lennon. El supuesto amor por Jodie Foster llevó a John Warnock a intentar asesinar al entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan. También por «amor», Günter Parche apuñaló por la espalda a la tenista Mónica Seles en pleno partido. Esta vez su obsesión no era Seles, sino Steffi Graf, su principal rival en el terreno de juego. Parche apuñaló a Mónica Seles para que su ídolo recuperara el primer puesto.
Trastornos muy graves
Detrás de estas relaciones patológicas se esconde un trastorno psiquiátrico descrito desde antiguo como heteronomia. Dicen que los filósofos Lucrecio y Aristóteles lo sufrieron, aunque entonces la heteronomia era sinónimo de «melancolía amatoria» o amor excesivo. Hoy esa melancolía se interpreta como una situación de «delirio». No son obsesiones inocentes como las que provoca el trastorno obsesivo compulsivo. Personas que son capaces de lavarse las manos hasta hacerse daño porque piensan que aún no están suficientemente limpias. O que no pueden pisar la raya de las baldosas del suelo. «Esta obsesión se produce por cuestiones nimias,quien lo sufre es consciente de lo absurdo de su comportamiento », indica Javier Schlater, psiquiatra de la Clínica Universitaria de Navarra.
Los heteronómicos son pacientes psiquiátricos de gravedad. «Quien lo padece sostiene una idea falsa que es imposible de rebatir desde cualquier argumentación lógica», explica Jesús de la Gándara, jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica. No distinguen entre un pensamiento normal del patológico. Se obsesionan hasta el delirio con una persona, tratan de aproximarse y, al sentirse rechazados, no entienden cómo aquella persona que ellos creían que les amaba les ningunea. Entonces todo ese amor, que en realidad es un delirio, se convierte en violencia y agresión. Hacia la persona amada o hacia ellos mismos.
De la Gándara recuerda casos que han pasado por su consulta y la «locura» de sus manifestaciones. «Un paciente se enamoró de una famosa atleta estadounidense que participaba en los Juegos Olímpicos de Pekín. Cuando la cámara la mostraba antes de lanzarse a la competición, él pensaba que todos sus gestos y sus sonrisas iban dedicadas en exclusiva a él. Su situación le llevó a autolesionarse. «Intentó cortarse el pene porque pensaba que así pondría fin a aquella atracción».
Acoso insoportable
No es necesario que haya un personaje público en juego. Ni tampoco que sea un hombre el acosador. A veces basta con alguien más cercano, pero en una situación casi inalcanzable. Como el de una feligresa con el cura de su parroquia. Su obcecación enfermiza la llevó a pensar que las homilías las pronunciaba sólo pensando en ella, le llamaba, le mandaba cartas y hasta publicaba anuncios en prensa. «No hubo agresión, al menos física. La feligresa acabó denunciando y difamando al párroco», recuerda De la Gándara.
«La presión que ejerce un acosador de este tipo puede ser insufrible. Llaman, envían cartas, son capaces de seguirles y presentarse en el domicilio de quien se ha convertido en objeto de su obsesión... Es muy difícil manejar la situación porque hasta los silencios y la indiferencia del otro son interpretados como una prueba más de amor. Sus ideas son inamovibles. Son técnicamente irreductibles a la argumentación lógica», apunta Eduardo García Camba, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario La Princesa, de Madrid.
Cuando se es objeto de una obsesión de este tipo la única salida es la denuncia. Antes de que el amor se convierta en agresión se debe poner en conocimiento de las autoridades. «Este tipo de pacientes necesitan recibir un tratamiento en contra de su voluntad y sólo un juez puede ordenar su ingreso hospitalario forzoso», recomienda De la Gándara. Otro consejo: «Es mejor que el acosado no se acerque a ellos. No conviene mantener contacto, ni intentar convencerles. Eso nunca funciona».
Explosión de energía
El verdadero problema comienza cuando la obsesión les absorbe toda su energía mental, indica el psicólogo Luis Muiño. «Hay personas que en la consulta te pueden decir «la CIA nos vigila», este extremo puede ser verdad. No debemos darle demasiada importancia. El problema es cuando esa posibilidad se convierte en el eje central de su vida».
«Con las relaciones entre personas es similar. Puede que sea real que aquella mujer de la que se han obsesionado les sonriera en alguna ocasión. Eso puede ser un hecho cierto. El problema se desencadena cuando eso se convierte en el único pensamiento y absorbe todas sus energías mentales. Esa energía debe explotar en algún momento. O se resuelve su historia de amor o le agrede para acabar con el problema».
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