OPINIÓN
El Reino de Toledo y Castilla
Un problema de los castellanos de Toledo (y de algunas otras provincias de Castilla) es una escasa memoria e identificación con nuestra propia historia. Si bien es cierto que ésta se confunde con demasiada frecuencia con la de España.
Nuestra identidad toledana es fruto de un bendito mestizaje entre la cultura mozárabe, judía, castellana e hispano musulmana, principalmente. Cuando en 1085 la autoridad político-administrativa que gobernaba el reino independiente de Toledo pierde el poder por la presión militar, los castellanos irrumpen en la ciudad y la incorporan el día de San Urbano a la corona de Castilla. De Toledo , desaparece su efímera independencia de apenas un siglo, durante el cual había desarrollado todas las instituciones y competencias sin ningún vínculo con el viejo califato. El reino de Toledo o la «nación» toledana según la concepción del siglo X y XI, se integraba en Castilla.
La taifa toledana como otras muchas nacidas en la España, fueron desapareciendo poco a poco a media que avanzaba la reconquista por el empuje de los reinos cristianos peninsulares, que también podrían ser considerados como pequeñas unidades nacionales hispanas, entre ellas Castilla, cuya unión con Aragón y la incorporación de Granada en el siglo XV y Navarra en el XVI, dio lugar al estado moderno español y a la nación española, que respetó parte de las instituciones de los viejos reinos.
Toledo cedió el nombre de su reino, a medida que la cultura castellana penetró en su tejido social que nunca perdió el sustrato de pueblo mixto, dando como resultado una nueva configuración de lo castellano, donde los conversos se afianzaron como promotores e impulsores de las artes, las ciencias, las letras y las élites intelectuales en lo religioso y lo civil, por muchos estatutos de limpieza y cristianos viejos que a su acecho estuvieron.
Los monarcas españoles continuaban titulándose reyes de Toledo además de Castilla y otros reinos, título que se mantuvo al menos nominalmente hasta bien avanzada la Edad Moderna. Después vino Castilla, la que andando el tiempo llamaron Nueva, no por aquello de ser nuevos o recién llegados, sino con mentalidad nueva, con actitudes nuevas, con impulsos nuevos como lo iban a demostrar los movimientos y sucesos generados en el siglo XVI en territorio castellano. En ellos demostraron esta filiación los toledanos, al ser la primera ciudad de Castilla en revelarse contra un joven Carlos I que aspiraba a un Imperio y convertirse en el jefe político de la cristiandad europea, utilizando los amplios caudales castellanos. Lo agrava dando el gobierno a extranjeros, pasando por encima de los derechos, libertades y franquicias de sus ciudades, para implantar un régimen, llamémosle extraño a los castellanos.
Carlos I no podía renunciar al control del poder económico castellano y así reprimió en Villalar y en Toledo el levantamiento contra su política que claramente vulneraba los intereses de los castellanos. Revuelta que fugazmente trajo consigo la toma en consideración de la voluntad popular, frente a los patriarcados arcaizantes que regían muchas ciudades.
La mayor innovación de esta situación, protagonizada por los hombres del común, fue hacerse oír, en igualdad con los caballeros y eclesiásticos, representando a sus electores. La aplicación práctica de estas ideas, hubiera supuesto una verdadera revolución en las estructuras sociales y en el gobierno de las ciudades de Castilla. Pero ocurrió demasiado pronto.
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