200 años para renacer de las cenizas de un incendio
Isabel Miranda , Elena Segura y C. G. Simón
Texto Infografía Ilustración
El proceso de recuperación natural empieza días después del fuego, aunque la madurez del bosque puede tardar entre 200 y 300 años en llegar. Hay plantas herbáceas capaces de renacer en pocas jornadas; los pinos germinarán en la siguiente primavera, y los robles, encinas y alcornoques rebrotarán del tronco. Una década después, podría haber robles de cinco metros y pinos de ocho
Cuando un manto de ceniza blanca cubre el bosque, los expertos saben que la intensidad del incendio ha sido alta. El ecosistema tardará décadas en recuperarse por completo. Pero el fuego es un elemento más de la naturaleza y, en los bosques mediterráneos, algunas ... especies han aprendido a convivir con las llamas. Semanas después del incendio llegarán las primeras señales de recuperación, aunque la madurez del bosque puede tardar entre 200 y 300 años. Es el camino al que ahora se enfrentan decenas de miles de hectáreas en España, tras sufrir el peor año en incendios en al menos dos décadas.
«El fuego es un elemento que es parte del ecosistema, es una perturbación más y tiene que estar ahí. Lo que no es asumible son determinados regímenes del fuego con muchísima intensidad que pueden hacer imposible la regeneración natural de determinadas especies», explica Javier Madrigal, científico titular del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA-CSIC) en el laboratorio de incendios forestales.
Tomamos como modelo una masa mixta con especies arboladas germinadoras (Pinus) y rebrotadoras (Quercus). Los bosques mixtos son más recomendables porque tienen más posibilidades de regeneración tras el fuego.
En los incendios de severidad alta desaparece toda la vegetación verde, el fuego llega a las copas de los árboles. El suelo queda muy afectado, de color blanquecino por las cenizas y desprotegido ante la lluvia y la erosión. En los incendios de severidad baja vemos parte de la vegetación verde, las llamas no la han alcanzado porque el fuego pasa por la zona baja de los árboles. La caída de las hojas muertas aporta una protección natural del suelo.
En los tres meses posteriores al fuego se realiza una valoración del terreno con satélites o drones para decidir las estrategias de restauración postincendio y medidas de emergencia.
La restauración pasiva consiste en la no intervención humana, solo se acompaña a la regeneración natural. En las especies más adaptadas al fuego, como algunos pinos, las semillas caen en los días posteriores al fuego, para no hacerlo sobre las cenizas calientes. Los piñones germinan tres meses después en climas cálidos y nueve meses después en climas fríos.
Otras especies del género Quercus (encina, roble, alcornoque...) son rebrotadoras y regeneran muy bien de la cepa e incluso de la raíz o tronco.
Jaras : son germinadoras cuyo banco de semillas está en el suelo, en lugar de en la parte aérea. Estas semillas se acumulan bajo tierra y comienzan a germinar en el otoño siguiente al fuego. Herbáceas : con las semillas también en el suelo, comienzan a germinar semanas o incluso días después del incendio. Existen muchas especies de matorral y herbáceas que también rebrotan de la base de la cepa o de diferentes órganos bajo el suelo (bulbos, rizomas, etc.).
En zonas de severidad alta, sobre todo si hay fuertes pendientes, el impacto de las gotas de las primeras lluvias arrastrarán suelo aguas abajo. Para ello se pueden usar técnicas como las albarradas y fajinas con la madera quemada. El mulching es una técnica que ha mostrado eficacia: imita el acolchado que se produce en las zonas de severidad media mediante el esparcido de paja agrícola o astillas procedentes del triturado de la madera quemada, evitando así el impacto de las gotas de lluvia en el suelo.
Se evalúa la situación desde satélites o drones para ver la necesidad de restauración activa, que emplea técnicas como las repoblaciones puntuales . Las obras de hidrotecnia para regular cauces y controlar la erosión consisten en hacer diques en las vaguadas para retener el suelo.
Es preciso el seguimiento de plagas en el primer año tras el incendio. Aprovechan las heridas de los árboles, debilitados por el fuego. Los insectos depositan sus huevos en el tronco y el gusano se come la madera. Se usan trampas de feromonas. También se pueden talar árboles enfermos, pero no muertos, que se pueden aprovechar para hacer diques y evitar la erosión.
La restauración activa consiste también en la recuperación de la biomasa del suelo y la dosificación de la competencia entre las plantas que están regenerando, para potenciar las que se quedan atrás en la recuperación natural. El pino puede tener en este momento un tamaño de 50-60 cm, mientras que el roble alcanza los 2-2,5 m. Las jaras consiguen rápido su tamaño normal de 1,5 m.
Desde esta fase se puede introducir selvicultura , cortando determinados árboles según su estado o introduciendo ganado y pastoreo.
Se pueden usar quemas prescritas, fuegos planificados y controlados de baja intensidad en momentos de poco peligro para diversificar el paisaje y aumentar la resiliencia a nuevos incendios.
A partir de este momento se puede analizar si una zona está regenerada y podrá sobrevivir como bosque joven o incipiente. El pino puede medir 5-10 m, mientras que el roble alcanza los 4-5 m.
Si transcurren más de 15 años antes de que se produzca otro gran incendio, la capacidad de regeneración es más probable. Depende de las especies, pero para que se pueda considerar un bosque maduro pueden ser necesarios más de 200 años.
AUX STEP FOR JS
No existe una sola solución para la gestión de los bosques tras las llamas. Cada terreno, cada especie afectada y cada incendio es diferente. Si la zona ha ardido recientemente, el peligro de perder especies es alto. Y cuanto más severo haya sido el fuego, más le cuesta a la naturaleza recuperarse. En estos escenarios de gran devastación entra la ciencia forestal, que intenta acelerar el proceso de recuperación y evitar la degradación del suelo y la pérdida de algunas especies.
Porque en un bosque mediterráneo mixto con pinos, como el carrasco o el resinero, y árboles del género quercus, como robles y encinas, las plantas herbáceas son las primeras en aparecer. Algunas lo harán en apenas días, incluso cuando el fuego es severo. Mientras, las piñas, que han protegido los piñones, se irán abriendo en los tres primeros meses. Incluso aunque mueran algunas, calcinadas, la caída será muy abundante: solo una piña puede guardar cien piñones. «A lo mejor están cayendo 500.000 piñones por hectárea. Es una barbaridad. Hablamos de 5.000 piñones por metro cuadrado», explica Madrigal. Los piñones que germinen podrían llegar a los 10 cm de altura en primavera.
Los robles activarán sus reservas guardadas en la raíz (donde los efectos del fuego habrán sido menores) y el tronco para rebrotar. En primavera, podrían tener entre 10 o 12 rebrotes de entre 50 o 60 cm. En cuestión de meses, el terreno mostrará vida.
En recuperación
Pero durante el primer lustro el bosque seguirá en recuperación. El humus y el suelo van poco a poco restableciéndose. Especies de las que antes se sacaba provecho, como los boletus y los níscalos, no prosperarán hasta que pasen cinco o seis años. Y los expertos forestales seguirán pendientes para asegurarse de que las relaciones entre especies están permitiendo prosperar la masa forestal.
De hecho, entre los cinco y diez años tras el incendio, comenzaron a aplicarse técnicas como la silvicultura, la quema controlada y el pastoreo. También se introducirán clareos con los pinos, para eliminar la competencia entre la multitud de ejemplares que germinaron y crezcan los ejemplares con más posibilidades. En los árboles del género quercus, será necesario esperar un poco más: hasta que no pasen al menos 15 años no se sabrá cuáles son los rebrotes dominantes. De no hacerlo, por ejemplo, en el caso de los robles, la masa forestal podría quedar 'matorralizada'.
«Algunos ecólogos dicen que bosques maduros en España casi no hay, necesitarías 200 o 300 años»
Javier Madrigal
Científico del INIA_CSIC
El 'bosque joven' llega a partir de los diez o quince años. Los pinos podrían medir unos ocho metros, los robles cinco. La explotación de la madera con cierto valor comercial, sin embargo, no se producirá antes de los 20 años tras el incendio. En el caso de los alcornoques y la extracción del corcho la espera es aún mayor, llegando incluso a los 45 años. También es a partir de las dos décadas de antigüedad cuando el bosque empieza a estar preparado para volver a enfrentarse al fuego, con menor riesgo de perder especies. «Asumimos que el bosque se va a volver a quemar, aunque no sabemos cuándo», explica Madrigal. Lo importante es que le haya dado tiempo a desarrollar la capacidad de resistir lo mejor posible.
«Algunos ecólogos dicen que bosques maduros en España casi no hay, necesitarías 200 o 300 años para considerar un bosque maduro de verdad. La mayoría de los que tenemos son jóvenes, porque no tienen más de 100 o 150 años, que parece mucho, pero no lo es», explica Madrigal.
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