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Gota a gota

Canela y clavo

Hay capataces que sin tocar el martillo estarán ahí hasta que el universo se acabe

Señor de la Salud de la hermandad de Los Gitanos Rocío Ruz
Francisco José López de Paz

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ANTES de que abran las puertas, el Santuario se ha convertido en la fiesta de los aromas. Cuando cerraron las puertas después de la puesta de las flores los olores salieron de la sustancia de la que forman parte para tocar palmas a compás. Allí ... estaba la cera tan pura que parecía un frasco de miel derramada. Y las rosas y los jacintos y los lirios y la madera de cedro del paso del Señor. De lo limpios que están, huelen hasta los metales; la plata de la Virgen desprende el perfume de un tocador y el pan de oro que recubre el trono del Cristo de los Gitanos trasmina olores de las candelas como las que hay en las fraguas. Pero en los dos respiraderos hay más que brillos tallados por cinceles y gubias. Desde hace tiempo entre las volutas y las columnas salomónicas viven dos voces enganchadas que van camino de fundirse con la materia en la que un día se quedaron prendidas. Son voces que durante años sirvieron como una proa para marcar los caminos de la Madrugada del los Dios de los calés y de su Madre.

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