En Cuarentena
Fin y principio
El Domingo de Ramos se aproxima con la rampa montada en el Salvador, con el pregón leído y con los pasos montados, las túnicas planchadas y los escudos y los botones cosidos
Parece que ha pasado una eternidad desde que el 5 de marzo una cruz nos indicara que llegaban los cuarenta días más importantes del año en Sevilla, esos en los que la ciudad y sus habitantes se reencuentran y en las iglesias el murmullo se ... hace más fuerte a medida que avanzan los días. Mañana, si Dios quiere, veremos los primeros nazarenos repartir caramelos y estampitas, y a la gente, ya nerviosa, colocar las palmas en los balcones y preparar las últimas tandas de torrijas y arroz con leche.
Llega la Semana Santa a Sevilla sin que haya habido un 'cuaresmazo' gordo que haya incendiado las redes sociales y el Domingo de Ramos se aproxima con la rampa montada en el Salvador, con el pregón leído y con los pasos montados, las túnicas planchadas y los escudos y los botones cosidos.
Las madres previsoras tienen ya organizado el modelo diario de la niña de la casa, con sus lazos de raso y sus calcetines a juego, y los padres enseñan al hijo adolescente a hacerse el nudo de la corbata. En el coche todo el mundo tiene ya sintonizado el 105.1 de El Llamador y en la tele, el canal local que ya no se quitará hasta el Domingo de Resurrección. En el bolso o la cartera, bien guardadas las tiritas y el Compeed, y en el móvil la app y 'El Programa de ABC' ya descargados para no perderse una. En el frigorífico, aguarda una fuente gigante de ensaladilla, una tortilla de patatas, los huevos rellenos y unos filetes empanados para los que llegan a destiempo.
En casa del amigo, ya está el hueco en el garaje para meter la moto, y en la de los padres, el pijama y el cepillo de dientes por «si la entrada se alarga y ya me quedo aquí, mamá, y de paso pruebo tus filetes empanados, que sólo los haces en Semana Santa, hija».
En las calles, los repartidores juegan al ratón y al gato con la Policía Local y en los bares, los veladores se multiplican como por arte de magia. Las tiendas cofrades hacen las últimas entregas y algún despistado corre a buscar el capirote de cartón que se mojó el año pasado «y me acabo de acordar».
La papeleta espera en el cajón de la mesita de noche, la medalla se cogerá en el último momento del cuadro de la cabecera de la cama donde está colgada el año entero, y los zapatos, esos que solo se ponen para salir de nazareno, se sacan de la última caja del zapatero.
Se va la Cuaresma tal como llegó, con el anuncio de una muerte inesperada y un soplo de ceniza gris e inerte. Llega la Semana Santa con la promesa de la Resurrección. Hasta el año que viene.
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