CRÍTICA DE TEATRO

Diagnósticos para todos

Sólo salvaríamos a Francesco Carril, aquí en evidente ‘miscast’, ya que es el único actor con vena humorística del plantel

Teatro Central Sevilla: programación, entradas y taquilla

Los cuatro protagonistas de 'El mal de la montaña' S. L.

Alfonso Crespo

SEVILLA

'El mal de la montaña' *

  • Compañías: Teatro Español/Buxman Producciones.
  • Dirección e Intérpretes: F. Delgado-Hierro y Francesco Carril. L. Sorolla, Ángela Boix, D. Delgado Hierro y Francesco Carril
  • Fecha: Viernes 3 de febrero.
  • Lugar: Teatro Central

De la obra obsesivo-compulsiva y más bien onanista —que son males de nuestro tiempo tanto como el individualismo, la soledad, el narcisismo o el desinterés, aquí también señalados o más bien subrayados— sólo salvaríamos a Francesco Carril, aquí en evidente ‘miscast’, ya que ... es el único actor con vena humorística del plantel, una gestualidad, además, típicamente española, que acompaña con ese tono de voz reconocible, a lo José Luis López Vázquez, actor del que, por otro lado, tantas cosas le separan.

Claro que, luego, vemos que Carril también ha codirigido ‘El mal de la montaña’ y, entonces, dejamos de salvarlo: al purgatorio también con él. Desconocemos si, sobre el papel, la obra original del argentino Santiago Loza tiene algo de ritmo además de presentar su discurso solemne y atribulado, ya que aquí, desde luego, se ha esfumado, concatenándose las escenas con escaso brío, acumulándose más bien los ‘sketches’ sobre las distintas crisis identitarias que sufren estos jóvenes atados a duelos insuperables (o que sólo superan en el trance en el que se olvidan de ellos mismos en una canción; en muchas canciones, recurso que termina resultando también fastidioso).

Mientras los parlamentos autistas del cuarteto protagonista se concentran, digamos, en los pequeños reveses de la vida, en rupturas, micro paranoias y otras obsesiones, ‘El mal de la montaña’ se medio sostiene, aunque, como indicábamos, no todos estos monólogos circulares y falsos diálogos encuentren una encarnación potente o una vía franca hacia el espectador, por mucho que se le encare más de lo aconsejable. Cuando desde la vida horizontal y los problemas del telediario se asume una verticalidad que ensaya el salto dialéctico hacia asuntos más graves, la obra alcanza su mayor cota de autarquía y se da a sí misma

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