Accidente de Angrois
«Hemos vuelto a nacer en este barrio; las víctimas llevamos sangre gallega»
Pasajeros del Alvia, familias de fallecidos y vecinos de Angrois se abrazan un año después en un emotivo acto de homenaje
«Hemos vuelto a nacer en este barrio; las víctimas llevamos sangre gallega»
Cuando el tren salía de Madrid, quienes un año antes eran sus pasajeros se preparaban para la misa en la Catedral en recuerdo de los fallecidos. Cuando el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, alentaba con esperanza a sus familias, el Alvia había dejado atrás Zamora. ... Cuando los supervivientes se reencontraban con los vecinos de Angrois y su curva, el convoy ya había entrado en Galicia. A una hora y media de que se cumpliera el primer aniversario de su descarrilamiento, comenzó el acto de homenaje en el barrio. Cristóbal se abrazaba a Anxo, Gonzalo a Abel, Lidia cruzaba el puente sobre las vías entre lágrimas. Los vagones enfilaban el último tramo tras Orense cuando varios niños depositaba en el cruceiro de piedra —ese que Pilar, la dueña del bar, afirma que «lo ha puesto Dios ahí»— 82 rosas blancas en memoria de los fallecidos, una de ellas por un bebé que jamás nacerá. Entonces, solo quedó esperar a las 20.41 horas. Puntual, el Alvia apareció por el túnel y se volvió a marchar entre aplausos.
«Hemos vuelto a nacer este barrio; llevamos sangre gallega», señaló el presidente de Apafas, uno de los colectivos de afectados, en alusión a la marea de donantes que la noche de la desgracia les infundió vida. Recordó cómo los vecinos, «con delicadeza, nos recogieron entre sus brazos y nos susurraron palabras de aliento», y les regalaron una placa. La recogió Anxo Puga, líder vecinal. «Hace un año nos dimos la mano de la forma más trágica al conocernos —resumió—. No tenéis nada que agradecernos. Vosotros haríais lo mismo. Angrois os quiere». Y por ello entregó una corona de cariño.
Tomó entonces la palabra una de las supervivientes para inundar lagrimales al recordar que en esa curva, en el kilómetro 84,431, terminó su noviazgo de ocho años mientras planificaba las vacaciones. Fue ahí donde se miró por última vez con Toño, que se disponía a coger las maletas para apearse. Su vagón fue el que acabó sobre una de las calles de la barriada. Llena de optimismo, recordó que durante el viaje vio la película «El lado bueno de las cosas» y hasta a la mayor tragedia de su vida supo encontrarle una sonrisa.
Llamadas a la unidad
Desde Valencia llegó la asociación de víctimas del Metro: «Queremos transmitiros nuestra experiencia, apoyo y espíritu de lucha. Estamos con vosotros». «Es momento de que estéis todos unidos. Cuanto más mejor. Se dedican a crear confusiones y dudas para dividiros», les animó. Se refería a las diferentes posturas ante la Medalla de Galicia que horas antes les entregó la Xunta. Mientras algunos afectados asistieron, otros protestaron en el exterior. Se sienten humillados e instrumentalizados y reclaman responsabilidades políticas al margen de las judiciales . Pese a que la eucaristía en el santuario jacobeo acudieron los principales dirigentes gallegos, en Angrois solo se vio a una exedil compostelana.
En la voz de Rafael Taibo, viudo tras el accidente, resonaron versos de Antonio Machado, León Felipe o Celso Emilio Ferreiro. Teresa Gómez-Limón, presidenta de la Plataforma Víctimas Alvia 04155 y diputada del PP en Madrid, insistió en el trato recibido.
El tren se seguía aproximando. Dos minutos de silencio fueron rematados con un «¡Justicia!» antes de que el Grupo Batemento interpretara el tema «Angrois» compuesto para las víctimas del descarrilamiento. «Periodistas, no solo saquéis la lágrima y el moco», pidió la hija de uno de los muertos al terminar el acto, aún con el micrófono abierto.
Esperanza del arzobispo
«La vida se comprende siempre mirando hacia atrás, pero hay que vivirla mirando hacia delante», alentó el arzobispo de Compostela, Julián Barrio, en la ceremonia en la Catedral, concelebrada por siete obispos y una veintena de sacerdotes y que concluyó con «Te doy mi silencio», una canción escrita por Sandra Campos, que tiene muchos vínculos con la tragedia. A los últimos acordes del violonchelo y la guitarra le siguieron las lágrimas de una voz que no se quebró en ningún momento.
Barrio se apoyó en su homilía en palabras de los papas Francisco y Benedicto XVI : «Cuántas veces nos habremos preguntado por qué tuvo que ocurrir esta desgracia, dónde estaba Dios en ese momento. Es el grito de angustia». «Nos estremecimos ante el inmenso dolor de las víctimas que puso de relieve la compasión y el heroísmo de tantas personas cuya cercanía y esforzado trabajo fueron signos de luz. Lo vivimos con esperanza cristiana, mirando lejos y en profundidad en el espesor de lo inesperado y afrontando los retos con lo mejor de nosotros mismos», declaró. Los fuegos del Apóstol, ya de noche, serían el último homenaje.
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