el mentidero
Cataluña, capital París
Resulta fabuloso -de fábula- que el Gobierno de CiU aspire a establecer complicidades soberanistas con un país tan centralista como Francia
maría jesús cañizares
Mientras investigadores de la Universidad de Barcelona se complacían de haber hallado el lugar exacto donde el «Timbaler del Bruc» expulsó a los franceses en 1808, el presidente catalán Artur Mas entregaba al país galo sus trenes, su ejército y sus ilusiones soberanistas. Cómo ha ... cambiado el cuento, dirán algunos. Es que en historia no vale la foto fija, digo yo. Pero el nacionalismo es muy dado a ello, al uso del año cero, como ocurre en Cataluña con 1714. También se recurre a menudo a los mitos y leyendas y, a pesar de la citada investigación académica, hay quien asegura que el «timbaler» nunca existió. Que es una ilusión. Como lo es pretender ahora que sea un operador francés el que gestiones Cercanías en Cataluña. De la falacia del asunto da buena cuenta en páginas posteriores Àlex Gubern, quien también escribió en su día sobre la propuesta de ERC de una Cataluña independiente protegida por el Ejército francés. Es una pena que el ministro de Defensa galo no acudiera a la cita con Mas en París para saber algo más.
E igualmente fabuloso -de fábula- resulta que el Gobierno de CiU aspire a establecer complicidades soberanistas con un país tan centralista como Francia, donde la causa bretona es tratada como una excentricidad de la zona noroeste del país. Poco o nada hemos oído de labios del francófilo Mas sobre el bretón, esa lengua tratada como extranjera y, por tanto, como asignatura optativa en el sistema educativo francés y que hablan unas 300.000 personas.
Vimos, eso sí, al dirigente nacionalista muy cómodo expresándose en una lengua que perfeccionó en el Liceo francés, donde según el escritor Gregorio Morán -citar a este autor es como mentar la bicha en determinados ambientes nacionalistas-, obligaban a los alumnos a aprender de memoria los versos de Baudelaire. Otra cosa es que lograra empatizar con la «grandeur» de un Eliseo ahora socialista. Pero París bien vale una fiesta de diplomacia catalana, pues fue en esa capital donde, días después, el director general de Diplocat, Albert Royo, presidió una sesión sobre el derecho a decidir y la convocatoria de una consulta sobre el Estado propio.
Desconozco si alguno de los asistentes a ese acto se interesó por la inclusión del sur de Francia en los denominados Países catalanes. Por aquello de ir preparando a su propio «timbaler» al otro lado de los Pirineos.
Cataluña, capital París
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