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punto de fuga

Nuestro narcisismo masoquista

No fueron nuestros políticos sino los chicos listos de Standard & Poor´s quienes estuvieron engordando con pienso “subprime” los balances de la banca europea

josé garcía domínguez

Acaso el lector no se haya enterado, pero el Departamento de Justicia de Estados Unidos acaba de presentar una demanda civil cifrada en más de cinco mil millones de dólares contra la agencia Standard & Poor's por su nada presunta responsabilidad en el estallido de la Gran Recesión en 2007. Parece ser, pues, que no somos el país más corrupto del mundo. Tal vez de ahí que la noticia, portada en la prensa internacional, haya ido a parar aquí a algún rincón marginal en las páginas interiores de los periódicos. Y es que no gusta que nadie nos tome la delantera en materia de deshonestidad económica. Tampoco en eso. De antiguo es sabido, no puede haber alguien peor que nosotros. Tenemos que ser los más viles, rastreros y despreciables del planeta. A ese síndrome tan castizo Juan Marichal lo llamó alguna vez el “narcisismo masoquista de los españoles”.

“E pur si muove”. Porque no fueron nuestros políticos sino los chicos listos de Standard & Poor´s quienes estuvieron engordando con pienso “subprime” los balances de la banca europea. Esos balances que, tras estallar el pufo, hubo que remendar con el dinero de los contribuyentes, forzando por el camino la ruina de los mismísimos Estados. No, no fue la malhadada “casta” política, sino los elegantes ejecutivos de las agencias quienes otorgaron su bendición “urbi et orbi” a más del ochenta por ciento de toda aquella escoria. Así, Standard & Poor’s, Fitch y Moody’s premiaron con su nota máxima –la triple A– a las bombas de efecto retardado que luego desencadenarían el mayor desastre conocido por el capitalismo desde la crisis del 29. Nada extraño si se repara en que su negocio consistía – y consiste –en cobrar un dinero a los propios emisores de los activos a cambio de avalar su benignidad. Luego, en los ratos libres, suelen entretenerse impartiendo sesudas lecciones de moralina macroeconómica a los países que previamente arruinan. Por ahí fuera, sépase, los hay más golfos. Mucho más.

Nuestro narcisismo masoquista

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