opinión/confieso que he pensado
Esos impuestos porque sí
Que la realidad no estropee una aportación pública, y mucho menos unos suculentos ingresos en las arcas de la administración
Santiago Díaz Bravo
Tropezar varias veces en la misma piedra, tirar piedras contra el propio tejado o ser tonto y alegrarse. Cualquiera de estos tópicos, incluso todos a un tiempo, valdría para calificar la actitud de una casta política que defiende –aunque falta de argumentos, porque el devenir ... de los años se los ha ido quitando uno tras otro– impuestos supuestamente proteccionistas como el AIEM.
Con la loable, aunque intelectualmente criticable, intención de mejorar las condiciones de desarrollo de la industria canaria, se puso en marcha tal figura impositiva doce años atrás. Sin embargo, transcurrido ese periodo, el sector industrial ha perdido fuelle y sus posibilidades de mejora son ciertamente escasas. A pesar de ello, dos millones de personas, muchas de ellas en una situación económica desesperada, siguen pagando un injusto sobreprecio por muchos de los productos que compran.
Se trata de un sinsentido al que solo cabe encontrar explicación, por un lado, desde el punto de vista de quien necesita recaudar fondos por cualquier medio, es decir, la administración; por otro, desde la abisal distancia que separa a administradores de la cosa pública y administrados.
Y es que da la impresión de que quienes se hallan al frente de las instituciones no se han percatado de que tal impuesto no ha servido para otra cosa que para castigar a las economías familiares, sencillamente porque la industria se desarrolla con la innovación y la mejora de la productividad, nunca mediante un primo de Zumosol que ejerce de matón y castiga a todos quienes osan enfrentarse al protegido. Y eso vale tanto para la industria como para la agricultura; y tanto para los territorios continentales como para los insulares.
El recurso a la subvención y las políticas proteccionistas se ha convertido en uno de los principales obstáculos para el progreso del archipiélago, sencillamente porque disponer en la cuenta de resultados, de entrada, de una serie de ventajas que pervierten la realidad del mercado, entre ellas la sempiterna subvención y el proteccionismo a ultranza, transforma la pereza y el inmovilismo en banderas de no pocos ámbitos empresariales. La innovación deja paso al conservadurismo, y las ansias de avance a la reivindicación permanente de un estatus privilegiado, se cuenten con razones de peso o no, se tenga a favor o en contra la experiencia de lo acaecido.
Que la realidad no estropee una aportación pública, y mucho menos unos suculentos ingresos en las arcas de la administración, incluso en el caso de que buena parte de ese dinero provenga de quienes apenas cuentan con fondos para llegar a fin de mes.
Esos impuestos porque sí
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