Ejemplo de sufrimiento
Fue la heroína del primer día de competición. Su hazaña hasta consiguió eclipsar momentáneamente el fenómeno Nadal
María Antonia Sánchez Lorenzo admira, sobre todas las demás jugadoras, a Mónica Seles. Asegura que es por su tenis, pero también porque le ha servido de ejemplo.
Esta salmantina, que ha desarrollado su carrera a la sombra de Arantxa y Conchita, ha tenido pocas oportunidades de lucirse. Incluso, en algún momento llegó a ser más famosa por su noviazgo con Feliciano López (una relación de constantes idas y venidas) que por su tenis. Pese a todo ha ido construyéndose, paso a paso, un prestigio en el circuito, aunque el camino no ha resultado fácil.
Como la serbia, su ídolo, ha tenido que superar muchos malos momentos. Sus problemas de salud comenzaron cuando, poco antes del Open de Australia 99, le diagnosticaron una desidrosis soriática. Una extraña enfermedad muy molesta que produce fuertes dolores y pequeños cortes en las manos, justo las herramientas imprescindibles en un tenista.
Luego, al final de ese mismo año padeció dos infecciones renales casi consecutivas que la dejaron parada durante cuatro meses. En 2001 le apareció un tercer mal. Dos vértebras se le estaban soldando y le pinzaban el nervio ciático causándole fuertes dolores en la espalda. Estuvo a punto de operarse, pero los médicos sólo le daban un 30 por ciento de posibilidades de salir bien parada. Buscó técnicas alternativas y un especialista chino la sacó del atolladero. Recuperada de tantos males, 2004 fue su gran año. Alcanzó su mejor clasificación de la historia (número 33 del mundo en abril) y se clasificó para los Juegos Olímpicos, su gran sueño. Pero eso le pasó una inesperada factura.
Tanto tuvo que esforzarse para conseguir el pasaporte hacia Atenas que lo jugó todo. Se pegó una paliza increíble. Y cuando acabó la cita olímpica no paró. Mantuvo la dinámica. Siguió jugando. Y acabó agotada el año. Tan cansada que hasta ahora no ha levantado cabeza. Justo a tiempo.
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