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Del árbol a los neumáticos

La extracción del látex de la hevea (el árbol del caucho que los indígenas conocían como «el árbol que llora») es un un proceso laborioso que inevitablemente ha de hacerse de forma manual. Los

La extracción del látex de la hevea (el árbol del caucho que los indígenas conocían como «el árbol que llora») es un un proceso laborioso que inevitablemente ha de hacerse de forma manual. Los caucheros hacen un corte preciso en la corteza del árbol para que el látex, un líquido viscoso y blanco, vaya fluyendo lentamente sobre un recipiente colocado al efecto. Cuando coagula, se forman unas bolas blancas que se apilan en cestos para después transportarlos a lomos de mulos hasta las carreteras de la plantación. Allí son recogidos por camiones que los llevan a la cercana factoría para ser sometidos a tratamiento.

En la fábrica, que funciona las 24 horas del día, el olor es fuerte y extraño, desagradable incluso. Allí, el coágulo extraído de los árboles es seleccionado, lavado, triturado, laminado, granulado, secado, clasificado, pesado, prensado y finalmente empaquetado en fardos de 35 kilos que son los que se envían a las fábricas de neumáticos. Esta fábrica produce cada año 12.000 toneladas de este caucho natural, que se distingue por su enorme elasticidad, la resistencia al estiramiento y su capacidad para conservar la flexibilidad incluso en condiciones de frío extremo. Un auténtico producto milagro que nunca se ha podido reproducir de manera artificial, a pesar de todos los esfuerzos realizados en este sentido. El caucho natural sigue siendo, pese a su escasez, un factor de calidad decisivo para la fabricación de neumáticos.

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