Juan Pablo II recuerda ante Tarek Aziz que también EE.UU. debe cumplir las resoluciones de la ONU
Juan Pablo II devolvió ayer a Irak parte de la dignidad perdida en los últimos meses recibiendo cordialmente a Tarek Aziz, quien prometió al Pontífice que su país cooperará de verdad con los inspectores del desarme. El salvavidas lanzado por el Papa está ahora en manos de Sadam Husein, quien puede utilizarlo para salir de la crisis o romperlo como ha hecho con otras iniciativas del Pontífice.
El viceprimer minisro iraquí fue recibido casi como jefe de Estado, y Juan Pablo II alargó a cerca de media hora la audiencia que iba a durar, en principio, sólo quince minutos. Al término del encuentro con el Papa en su estudio privado, Aziz se reunió durante 45 minutos con el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, y el responsable vaticano de Asuntos Exteriores, Jean-Louis Tauran. Siguiendo las normas habituales, el visitante iraquí abandonó el Vaticano sin hacer comentarios sobre la conversación con el Pontífice, y fue el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, quien informó de lo manifestado por ambas partes. Según Navarro-Valls, «el señor Aziz ha asegurado la voluntad del Gobierno iraquí de cooperar con la comunidad internacional, particularmente en materias de desarme, mientras que la Santa Sede ha reiterado la necesidad de respetar fielmente, con compromisos concretos, las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, garantes de la legalidad internacional».
El portavoz del Papa anadió que «los encuentros han permitido un amplio intercambio de puntos de vista sobre el notorio peligro de una intervención armada en Irak, que anadiría todavía más sufrimientos a poblaciones ya castigadas con largos años de embargo».
Como el Vaticano mide siempre al milímetro cada palabra, el hecho de que Navarro-Valls mencionase como único peligro la intervención angloamericana y subrayase de nuevo las penalidades del embargo es un claro gesto de simpatía hacia Irak. Al mismo tiempo, el párrafo en que el Vaticano urge a Bagdad el respeto a las resoluciones de Naciones Unidas termina recordando que esas normas son «garantes de la legalidad internacional», lo cual ha sido interpretado en medios diplomáticos como un nuevo recordatorio a EE.UU. de que no sería legítimo un ataque sin mandato, o al menos sin luz verde, del Consejo de Seguridad.
Husein hace esperar a Etchegaray
En el Vaticano se lamenta, en cambio, que Sadam Husein lleve varios días haciendo esperar al cardenal Roger Etchegaray, que viajó a Bagdad a principios de semana con un mensaje personal del Papa para el presidente iraquí. Irak es siempre un hueso duro de pelar, incluso cuando el Vaticano intenta ayudarle, por lo que ayer no desbordaba, ni mucho menos, el entusiasmo. Desde hace varios meses, Washington tampoco escucha demasiado a Juan Pablo II, que se opone frontalmente al proyecto de atacar Irak y lamenta el modo en que las ruidosas amenazas de guerra están erosionando principios del derecho internacional e incluso el modo civilizado de consultarse entre las naciones. Al tiempo que pide a Bagdad verdadera colaboración con los inspectores, Juan Pablo II ha sugerido a Bush que un gesto histórico de serenidad, similar al de Kennedy durante la crisis de Cuba en 1962, contribuiría más a la grandeza de Estados Unidos que el espectaculo de atacar a un país cuyos medios aéreos y blindados fueron ya destruídos en 1991.
Aziz se reunió también ayer con el ministro de Exteriores, Franco Frattini y manifestó después en conferencia de prensa que los países europeos no deberían apoyar a Bush porque estimulan la agresión norteamericana. «¿Porqué España o Italia tienen que participar?. Eso crea odio entre los pueblos y nosotros deseamos continuar la relación amistosa», añadió. Aziz viajará hoy a la basílica de Asis para rezar por la paz ante la tumba de San Francisco.
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