Aulas para la inmigración
El fenómeno de la inmigración tiene muchas aristas, pero quizá la más sensible de todas ellas es la que afecta a los problemas relacionados con la educación y la infancia. Todas las iniciativas que se tomen en este campo deben ser saludadas de antemano. Y más si se trata, como en el caso de la anunciada por la Comunidad de Madrid, de medidas llenas de sentido común. Es en este marco en el que hay que entender el proyecto experimental de la Consejería de Educación que dirige Carlos Mayor Oreja de crear 115 aulas especiales para inmigrantes. Estas aulas, bautizadas con los nombres de «unidades de enlace» o «aulas de transición», deben contribuir a facilitar la incorporación de los alumnos extranjeros al sistema educativo español, lastrado muchas veces por dificultades con el idioma o un desfase curricular (un nivel más bajo).
El realista proyecto de crear aulas especiales para inmigrantes, trabajado minuciosamente en los últimos ocho meses, debe actuar como bálsamo en la búsqueda de soluciones al alambicado sistema educativo, actuando no sólo en favor de la inmigración y en favor del menor, sino también en preservar la calidad de la educación pública. El primer beneficiario del proyecto debe ser, pues, el sistema educativo público, destinado a garantizar el principio constitucional de la igualdad de oportunidades. Es un asunto en el que caben pocas demagogias. Y menos procedentes de la izquierda política. Sólo desde la ignorancia más supina se puede hablar de la creación de guetos o de espacios marginales dentro de los centros educativos. El proyecto ha sido concebido para integrar alumnos que en el peor de los casos permanecerán en estas aulas por un espacio nunca superior a los cinco meses. La integración escolar pasa por favorecer la convivencia con los compañeros de la misma edad, sea cual sea su lugar de nacimiento u origen étnico, pero para ello es muchas veces necesario que se puedan entender en el mismo idioma e incluso que tengan un nivel cultural similar.
El mayor beneficiario del proyecto será, no obstante, el menor inmigrante, que tendrá la posibilidad de aprender el idioma con mayor celeridad y, al mismo tiempo, corregir el desfase educativo que pueda existir entre el sistema español y el de su país de origen. Una iniciativa que pretende conseguir un diagnóstico personalizado de cada alumno para lograr una mejor integración, merece el expreso apoyo de toda la comunidad educativa. Alimentar falsos debates antes de tiempo, hablando de guetización de los estudiantes de otros países, puede abortar una iniciativa que en principio es buena para los niños españoles y esencial para los menores inmigrantes.
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