Cayetano siembra su distinción en Bilbao

La expectación se había congregado en torno a la presentación de Cayetano (Rivera Ordóñez) en Bilbao. Ambientazo para una novillada. Ambientazo arropado por la Junta Administrativa de Vista Alegre. Novillada de abono. Mientras que en Madrid la Comunidad las ha desprotegido -anuladas en la miniferia de mayo y en otoño-, aquí la Comisión Taurina las fomenta. Bien valió la pena. Porque Cayetano, de entrada, puso sobre el tapete algo distinto: distinción. No hubo faena redonda a falta de novillo redondo. Pero el concepto, el trazo de los naturales, cómo vacía los pases de pecho -echándose todo lo negro por delante-, incluso los desplantes de rodillas -hasta para esto hay que tener torería-, rezuma categoría. Le hizo cosas al utrero, cosas fluidas, gozosas. También circulares invertidos que no le pegan. Y agarró un espadazo que le supuso una grata y merecidísima oreja.
Insuperable la media verónica con que Cayetano abrochó los lances sello Ordóñez rodilla en tierra. Media de cartel. Media de relojes parados. Media para seguirla en sueños y perseguirla despierto. Y es que Cayetano le imprime temple incluso a un quite por tafalleras. En San Sebastián de los Reyes, en Borox y en Haro ha golpeado con fuerza el puro candor de su toreo. Ayer le faltó el remate con ese quinto que se paró a plomo. Desde julio, en Valencia, última crónica abecedaria, se ha desprendido de las excesivas pausas. Y torea lento. Porque el toreo es sin prisa pero sin pausa.
Posada apuntó sus maneras en todos los tercios. Apuntar sólo no vale si se cuenta con un novillo de la calidad del de Zalduendo en una plaza como Bilbao. Un lujo. Demasiada técnica y poco abandono a los sones del utrero, excepcional de duración, dulzura y entrega. Desde el prólogo de sus embestidas al epílogo de las mismas, pasando por un tercio de quites en el que destacó una extraordinaria y templadísima media de Cayetano a pies juntos.
Definitivamente Ambel Posada desperdició un lote soberbio, una oportunidad magnífica y una fecha importante. Cumbre fue también el cuarto. Pero A.P. abusa de tecnicismos y toques exteriores. Lo vulgarmente llamado pico. Y además pinchó con reiteración. Antes toreaba más arrebujado.
David Esteve se arreó mucho desde el principio. Farol de rodillas y ardor novilleril con el capote. El novillo de Fernando Domecq, un torito en miniatura, colocado de pitones, se empleó en el caballo. No lo midieron lo suficiente y pagó las consecuencias en su decreciente juego de muleta. Esteve, verderón y valiente, en novillero, peleó con las cada vez más cortas arrancadas.
El valenciano Esteve, que entró, como Posada, por Julio Benítez, no presume ni de clase ni de arte, pero se arrima. De todo tiene que haber. Es su camino, como demostró con el sobrero sexto. Lo que sí necesita es práctica con el carretón.
Abrió plaza el caballero Antonio Domecq con un torete bravo de Torrestrella, que se cruzaba por delante de los caballos, con el que quiso más que pudo.
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