Empate a puro pulmón
Los tiempos están cambiando, pero relativamente. La grada del Reyno de Navarra ya no llora anillos de hierro, pero dentro, en el alma de Osasuna, todo sigue igual. Será Camacho o será la tradición, pero con los navarros todo es complicado, incluso para este Madrid.
Gente arriba con el puñal entre los dientes y comandados por el Puñal mayor del Reyno, que tiene 34 años y parece que tuviera diez menos. Incansable, pletórico, omnipresente, arenga a los suyos para que aquello se convierta en un martillo pilón allá donde más flaquea el rival. El Madrid lo acusó. Tuvo cinco o diez minutos de aire y, de pronto, Osasuna le cerró las ventanas. Adelantó sus huestes diez metros y todos se echaron encima de los zagueros blancos para que no pudieran manejar el balón, ni sacarlo con fluidez ni pensar lo suficiente para lanzar un pelotazo mortal a la espalda, allá donde Cristiano o Higuaín son más letales.
Un rival lejano
El desgaste osasunista fue admirable, pulmón y medio gastado en una presión que mantuviera lejos de Ricardo a los temibles cañones blancos. Diez metros más atrás, diez minutos más de tranquilidad. Con Cristiano merodeando la frontal, todo huele a azufre en las metas contrarias. Osasuna logró alejar al Madrid durante muchos minutos e incluso dispuso de alguna buena oportunidad ante Casillas cuando logró parar el juego y sacar lanzamientos a balón parado, allí donde los locales son realmente peligrosos. Pero no sacó mucho más peligro que el merodear continuo sin mayor premio.
Eso que ha ganado el Madrid. Cuando vienen mal dadas es capaz de reagruparse con orden, criterio y cierta firmeza. Nada de algarabías ni cantadas a una luna ajena. Sólidos, compactos y con Lass filtrando hasta el agua de mar. Si no salió el Madrid fue porque Van der Vaart y Xabi Alonso no fueron capaces de desentrañar la telaraña de Camacho en la zona ancha. El ex madridista supo cortar los circuitos hacia Cristiano durante la primera mitad y, aún así, un permanente miedo floreció en los pechos osasunistas cuando el portugués contactó con el redondo.
Lo del pulmón y medio no era una nimiedad. La segunda parte fue un monólogo blanco, que dominó totalmente el partido, asfixiado el equipo osasunista, matado por el esfuerzo anterior.
El Madrid mandó aunque eso le costará dejar las espaldas un poco descubiertas. Con todo el mundo más echado atrás, Osasuna empezó a pasar apuros, muchos en determinadas ocasiones, justo cuando la segunda línea blanca llegaba en auxilio de sus puntas.
Las fuerzas, o mejor la falta de ellas, marcaron el tramo final. El Madrid cejó en su empeño un tanto, ya no acosó, aunque siempre amenazaba con sus individualidades. Osasuna fue perdiendo fuelle, llegando cada vez menos arriba, pero los dos se fueron alejando de las áreas, fundidos ambos.
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