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Preocupación en Roma por un súbito empeoramiento de la salud del Papa

Juan Pablo II, el pasado miércoles, en su fallido intento de bendecir a los fieles.REUTERS

El cuadro de continuo debilitamiento físico de Juan Pablo II sufrió ayer otro nuevo golpe con una fuerte infección de las vías urinarias que provocó fiebres muy altas y que está siendo tratado con antibióticos bajo la responsabilidad de los médicos del Vaticano, pues se consideró preferible evitar las molestias de un traslado al hospital Gemelli, donde todo está preparado para recibirle. La infección de vías urinarias se presenta con relativa frecuencia en pacientes de párkinson de la edad del Papa y suele responder bien al tratamiento con antibióticos las primeras veces.

La jornada de ayer transcurría ya bajo el signo de la preocupación visto que la sonda nasogástrica es un remedio incómodo y quizás insuficiente para la grave desnutrición del Papa, que ha perdido 19 kilos desde la traqueotomía del 24 de febrero. Por si faltasen problemas, el Santo Padre sufrió una caída de tensión arterial asociada a las primeras fases de la infección de vías urinarias, lo cual aconsejó llamar a varios especialistas que, poco después, confirmaron el diagnóstico.

Unción de enfermos

Tan sólo a las once de la noche, cuando el empeoramiento de la salud del Papa era conocido en todo el mundo, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, manifestó en un comunicado que «el Santo Padre ha sufrido una fiebre alta provocada por una infección de las vías urinarias. Se ha iniciado una terapia con antibióticos. El cuadro clínico permanece controlado estrechamente por el equipo médico del Vaticano». La insistencia en señalar que la competencia corresponde al «equipo médico del Vaticano» marca de nuevo las distancias con los especialistas del Gemelli, partidarios de un breve regreso al hospital para realizar análisis y de terapias más fuertes en vista de que la salud del Papa está yendo continuamente a peor desde que regresó al Vaticano el 13 de marzo.

Según noticias no confirmadas, el Papa recibió ayer de nuevo el sacramento de la Unción de Enfermos, antes llamado Extremaunción, que ahora se administra en casos normales de enfermedad o incluso al término de ejercicios espirituales. Las luces de su apartamento se apagaron a las 11.30 de la noche. A la vista de la pérdida de peso y de la anemia, algunos médicos eran partidarios de practicar ya la gastrostomía para poder alimentar al Papa mediante un agujero en el abdomen que permite enviar los alimentos al estómago, un sistema muy experimentado en víctimas de accidentes cerebrales, que liberaría las vías respiratorias superiores y la glotis de Juan Pablo II, alteradas en estos momentos por la sonda nasogástrica instalada el miércoles.

Varios expertos del Gemelli y de otros hospitales de Roma prefieren una medicina más moderna y más activa, en lugar de resignarse a un continuo deterioro encubierto por versiones oficiales tranquilizadoras, como ha sido el caso desde el 13 de marzo hasta el miércoles por la tarde, cuando el Vaticano reconoció el problema de desnutrición. El empeoramiento reabre el debate sobre la conveniencia de consultar a expertos internacionales en párkinson, en lugar de continuar con un equipo reducido que permite controlar las fugas de noticias pero a costa de reducir la calidad de la atención médica al Papa. Pérdida de peso El remedio tímido y tardío de la sonda nasogástrica instalada el miércoles pudo ser insuficiente para alimentar al Papa, que ha perdido 19 kilos desde la traqueotomía del 24 de febrero, según dijeron fuentes oficiosas vaticanas. Su continuo debilitamiento desde que regresó del Gemelli se debe a la incapacidad para deglutir, causada por el párkinson, sin que la alimentación a través del gotero y la vía intravenosa llegasen a compensarla. Aparte de las molestias y riesgos de infección, la sonda nasogástrica -un tubo plástico que pasa a través de la nariz y el esófago hasta el estomago-, tiene contraindicaciones serias en el caso del Papa pues dificulta la reeducación foniátrica e incluso la deglutoria. Numerosos expertos aconsejan practicar al Papa una gastrostomía endoscópica percutánea, pues la alimentación directa por un tubo que entra en el estómago a través de un pequeño agujero en el abdomen es mucho más fácil, segura e indolora. Además, elimina el peligro de que un error de deglución lleve partículas de alimentos a los pulmones, creando riesgo de neumonía.

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