Restobar Pozoblanco

Y es que hay que entender que este establecimiento procede precisamente de las oportunidades que dan las crisis y de la capacidad de adaptación e imaginación de aquellos que emprenden el proyecto. Dueñas tenía en Pozoblanco junto a sus hermanos el restaurante La Casona de la Abuela, reconocido con el Big Gourmand de la Guía Michelín del 2009 al 2012, antes incluso de que lo tuviesen locales de la capital. Aquel restaurante serio, de mesa y mantel, que iba en busca de la estrella Michelín se topó con esos años tan difíciles para un negocio de este tipo. Los hermanos Dueñas cerraron el sitio y Alfredo se embarcó en el Restobar Pozoblanco junto a su esposa Gloria Fernández.

¿Y en qué se basa ese toque inconfundible? «Nos basamos en productos de temporada, y tenemos una carta fija de solamente 15 plastos, añadiendo cinco nuevos cada semana», explica Dueñas. Además el concepto de Restobar, crisis sanitaria al margen, abarca desde desayunos, brunchs, mediodía, menús degustación, menú del día, tardes de copas con música, jueves de pinchos (al estilo del País Vasco, pues se formó en el Basque Culinary Center) y barra de pinchos también. Un ejemplo de adaptación que tuvo éxito desde bien pronto y que se nutre no sólo de Pozoblanco sino de los pueblos de alrededor. El responsable del Restobar reconoce que aquel aprendizaje en una crisis distinta le ha servido para capear la del coronavirus. «Ya veníamos preparados para la guerra», bromea. Y así pronto pusieron en marcha comida a domicilio con una carta distinta y especializada, pues el estilo del lugar era en principio complicado para aventurarse con esta vía. El resultado sin embargo la avala.

La inventiva constante de la carta sin embargo cuenta con algunos platos inamovibles y representativos: El cremoso de setas de temporada cocinado con lomo de orza aliñado con el propio garum del lomo de orza y con yema curada; está el llamado Brutal (lomo de atún cocinado en un caldo de rabo de toro con lima, soja, gengibre y un ali-oli de wasabi; las croquetas (que varían pero están siempre hechas con leche y mantequilla de oveja del Valle de los Pedroches); o el doble de jamón ibérico con queso de trufa de Villaralto. «Intentamos siempre que en un 80% de la carta esté reflejado el Valle de los Pedroches».

Otro de los rasgos particulares de Restobar Pozoblanco es su decoración, que también cambia cada año, y de la que son responsables tanto Dueñas como su mujer (incluso de la pintura). Siempre está desarrollada en materiales reciclados y en aprovechar materiales de otros sitios de Pozoblanco. Y así cuentan con las pizarras del Cine Moderno o sillas de otros restaurantes ya cerrados.

De esta forma, Restobar Pozoblanco ha logrado imprimir un sello distintivo en la provincia de Córdoba, con una apuesta desenfadada pero rigurosa, con pilares bien asentados en la creatividad y el respeto a los productos de la tierra.