¿Por qué mataron a la niña Asunta? El crimen que sobrevive a la muerte de su madre
diez años del crimen
Diez años después, el asesinato de la niña tirada en una cuneta «como Blancanieves», drogada durante meses por sus padres y asfixiada, oculta aún el porqué. Rosario Porto se colgó en su celda sin desvelarlo y Alfonso Basterra, en prisión, jamás ha reconocido el crimen. Estorbo, objeto, arma arrojadiza... nadie dio con la clave

El camino para alcanzar la verdad no es el mismo en la calle que en los tribunales. Para llegar a una 'verdad judicial' es preciso recabar indicios, testimonios y pruebas que encajen en la sentencia final. Se necesita un cuándo, un cómo, un dónde ... y un quién que determinarán el grado de culpabilidad de los implicados y su reproche penal. Pero los tribunales no se dedican a contestar porqués. Las motivaciones criminales no forman parte del objeto de los veredictos que los jurados deben votar en los casos de asesinato. Por eso, una década después del crimen de Asunta Basterra, y con una condena en firme de sus progenitores, el porqué Alfonso Basterra y Rosario Porto se pusieron de acuerdo para acabar con la vida de su única hija sigue siendo un enigma.
La 'verdad material' del caso Asunta no figura en la sentencia de un crimen que envió a sus padres a prisión con una condena de 18 años, acusados de planificar y ejecutar su muerte. No hubo un porqué y tampoco hizo falta, aunque muchos lo echaran en falta. «El primer error que la gente comete en este caso es creer que los dos padres tenían que tener el mismo móvil», aclara durante una entrevista con ABC el juez instructor del caso, José Antonio Vázquez Taín.
Para el magistrado, que investigó a fondo el crimen y encarceló a los acusados cinco días después del hallazgo del cuerpo en una cuneta, las personalidades de Porto y Basterra eran «muy complejas», lo que implica que conocer las motivaciones de cada uno de ellos sea «muy difícil y muy aventurado». «Es tan irracional lo que hicieron que tienes que dar una explicación, una razón lógica, porque no se puede pensar que los dos estaban locos», introduce Taín a la hora de reconocer que dentro del equipo investigador hubo diversidad de teorías.
«En este caso, y siendo sincero, no todos los miembros de la instrucción, tanto de la unidad investigadora como la Fiscalía o como yo mismo, creíamos que los móviles fuesen los mismos, aunque coincidíamos en líneas generales», asegura Taín.
Una de las primeras explicaciones que se le quiso dar al caso fue la herencia que Rosario Porto había recibido apenas un año antes, tras la inesperada muerte de sus padres -abogado y catedrática de arte- con solo unos meses de diferencia. Sin embargo, esta línea de trabajo estaba agotada desde antes de empezar. «Había dos certificados de defunción y una incineración... ¿de qué nos sirve abrir vías que sabemos que no van a llegar a nada?», concluye Taín a propósito de una cuestión, la de un presunto homicidio de los cabeza de familia por motivos económicos, que siempre sobrevoló el caso y que algunos familiares expusieron ante los medios.
«Alguien en sus cabales no concibe que te estorbe un hijo, pero Rosario no era una persona estable»
Con esta puerta cerrada, se abrieron otras ventanas para tratar de explicar lo inexplicable. Una de ellas fue la relación sentimental que la abogada compostelana mantenía con un hombre casado tras la conflictiva separación de Basterra, y el hecho de que la niña los molestase en el arranque de estas nuevas vidas. Pero la rotunda negación del crimen por parte de los padres imposibilitó confirmar esta teoría del mal.
Los agentes de la Guardia Civil que investigaron el crimen barajaron sus propias teorías, compatibles, pero imposibles de plasmar en unas diligencias. «Les molestaba, está claro y la tuvieron todo el verano como una maleta, con la cuidadora, con la madrina, pobriña, pero tenían recursos para alejar a la niña: un internado suizo, por ejemplo», rememora uno de ellos. «Alguien en sus cabales no concibe que te estorbe un hijo pero Rosario no era una persona estable y el idiota de Basterra quería seguir jugando con ella, que en el fondo era bastante vulnerable».
«Fue muy premeditado»
Para el catedrático de Psicología y criminólogo Jorge Sobral, el filicidio «es el crimen más horrendo», y por eso tratamos de buscar razones que expliquen «una perversión tan fuerte». Da por hecho que el móvil en este caso «tenía como inspiración última acabar con una molestia que se había introducido en las vidas de los padres». Este nexo habría dado pie a una conversación siempre eludida por los condenados. El cara a cara en el que uno y otro acuerdan que la menor debe desaparecer.
«Evidentemente hay un momento en el que estas dos personas se ponen de acuerdo, un momento en el que uno convence al otro de que algo tan tremendo es una solución a tener en cuenta», interpreta Sobral. Volviendo al diálogo desencadenante, Taín también da por sentado que «tiene que haber una conversación, un cruce de impresiones en el que se ponen de acuerdo y perfilan el plan. No fue un crimen irracional, fue muy premeditado», afirma el instructor.
La decisión verbalizada de matar a Asunta no se abordó en un juicio en el que los dos acusados se afanaron en demostrar su inocencia, un esfuerzo que mantuvieron pese a la ratificación de la condena en tres sentencias.
En el caso de la madre, que se suicidó con el cinturón de su bata en una celda de la prisión de Brieva (Ávila) en noviembre de 2020, nunca tuvo una explicación plausible para el crimen y siguió pidiendo que se encontrase al culpable hasta el final. En la misma línea, el que fue su abogado hasta el final, el penalista José Luis Gutiérrez Aranguren, sostiene que Porto siempre defendió su inocencia, incluso de puertas para dentro.
Unas fotos de Asunta, tomadas por Alfonso, en posturas sugerentes y otras en las que aparecía semiamortajada se airearon con la duda de si escondían un componente sexual
«Ya me gustaría saber lo que pasó en realidad para presentar un recurso de revisión», avanza el letrado, que lamenta «no haber tenido la suerte de un caso Wanninkhof». «Allí tuvieron la fortuna de que apareció alguien que había sido el autor», insiste una década después de que una Rosario Porto, a la que nunca antes en su vida había visto delante, le encomendase su defensa.
El encargo llegó hasta el tribunal de Estrasburgo, que zanjó la cuestión sin aportar argumentos, en una breve carta que Aranguren conserva. «En el juicio hubo una psiquiatra que dijo que ella era incapaz de matar a una mosca, mucho menos a su hija, pero no tuvo acogida por parte de los jurados», asume para deslizar: «Tuve la esperanza tardía de que cuando se suicidó hubiera dejado alguna nota. Francamente, no sé si la dejó o desapareció o si no la llegó a escribir», deja caer.
«Rompió con la mirada»
El papel que Rosario Porto, condenada por asfixiar a su hija de 12 años y abandonarla en una cuneta, tuvo en el crimen no es valorado del mismo modo por el instructor, que admite rotundo que «Rosario rompió con la mirada». «Ella rompió con la mirada en muchas fases de la instrucción. Era una de las cosas que comentaban algunos de los funcionarios, decían 'se ve que quiere, pero no puede hablar'. Había momentos en los que se paraba y hacía unos larguísimos silencios, parecía mirarte para decirte 'no me entienden, usted ya lo sabe, qué quiere que haga'.
Nada que ver con la imagen que Taín conserva del periodista Alfonso Basterra, un hombre altivo frente al tribunal que lo juzgó, que siempre mantuvo con firmeza que no había participado del crimen. Aunque con abogados defensores propios y estrategias distintas, siempre llamó la atención que pese a la intensidad de la vista oral y a los años de prisión que estaban en juego, ninguno de los dos acusados señalase al otro. No tiraron piedras al tejado ajeno, lo que llevó a algunos a leer entre líneas que el secreto que la pareja podía guardar era aún mayor que la pena que pendía sobre sus cabezas.
No fue el caso del defensor de Porto, que descarta que él y la abogada de Basterra actuasen en connivencia durante el proceso y que reconoce sin medias tintas: «Si yo hubiera tenido la mínima evidencia de que Basterra podría estar detrás del asesinato, habría sido el primer interesado en ponerlo de manifiesto. Esas eran las órdenes que tenía de Rosario», recuerda de los primeros encuentros en prisión con su clienta.
El secreto que guardaban sobrevoló el caso sin aterrizar en un papel. Unas fotos de Asunta, tomadas por Alfonso, en posturas sugerentes y otras en las que aparecía semiamortajada se airearon con la duda de si escondían un componente sexual. «Esas fotos, para nosotros, se sacaban de contexto pero sí creo que esa pudo ser la motivación de él. La niña siempre que dormía en su casa aparecía drogada al día siguiente. Asunta era virgen cuando la mataron aunque eso no quita que 'jugara' con ella de alguna manera. No hubo manera de demostrarlo. Yo no olvido aquellas palabras de Rosario en el calabozo: 'Tu mente calenturienta nos va a traer problemas...' Rosario pudo ser consentidora para que él la dejara en paz. Pero esos problemas en determinadas familias no existen, se tapan. Las apariencias lo eran todo para Charo», resume uno de los guardias que pasó más horas con ella tras la detención.
Para el instructor, sin embargo, todo estuvo bastante claro desde los primeros compases de las pesquisas, que determinaron que Porto y Basterra planificaron acabar con la vida de la niña de manera minuciosa y que la ejecutora material fue la madre. «Lanzarse piedras implica reconocer el propio hecho y eso no beneficiaba socialmente a ninguno de los dos. Con Rosario tuvimos algo de esperanza al principio, porque daba muchas explicaciones e incurrió en muchos errores. Con Basterra no, sabíamos que en su caso nunca se iba a producir un giro de película en la confesión», rememora Vázquez Taín.
«La niña siempre que dormía en casa de Alfonso aparecía drogada al día siguiente. Era virgen cuando la mataron»
La versión que el instructor y los investigadores dieron de lo que ocurrió ese 21 de septiembre en Teo y en las últimas semanas de vida de Asunta fueron ratificadas casi al cien por cien por el Jurado. De esta resolución y de la consiguiente sentencia por asesinato estuvieron pendientes todos los implicados en la instrucción. «Lo que pensábamos ese día era 'por Dios, que prime el sentido común'. Lo que pensábamos era en salvar nuestras carreras profesionales, que se hiciera justicia y primara la razón porque sé que hay muchísima gente para la que verme fuera de la justicia sería un sueño dorado», se sincera Taín.
Una década después de que el caso Asunta explotase mediáticamente y los rostros de sus protagonistas se hiciesen omnipresentes, lo que queda es la amargura de «una niña de 12 años que no llegó a cumplir los 13». El abogado de la madre reconoce tajante: «Yo no creo en la justicia», y sostiene que durante el juicio «se dijeron muchas cosas que se interpretaron de una forma equivocada».
Para Taín, el proceso fue tan justo y garantista que «se llegaron a investigar líneas que eran absurdas y que se llevaron al extremo». Pese a todo, y con solo uno de sus protagonistas con vida, el desencadenante del filicidio sigue siendo un misterio.
Memorias o una serie
Entre rejas, la vida de Basterra fluye sin sobresaltos. En la cárcel de Teixeiro (La Coruña) desde su detención, el periodista se encarga de la biblioteca, quizás el lugar más acorde a sus inquietudes intelectuales. Según fuentes consultadas por ABC, esta pretendida superioridad lo aleja del resto de reos, con los que apenas mantiene relación ni conversaciones.
Soberbio y petulante, Basterra pasa las tardes encerrado en su celda y sin dar mayores problemas, aunque «no es un preso modélico» y ha recibido un par de sanciones. Con diez de los dieciocho años a los que fue condenado ya cumplidos, aún no ha podido pisar la calle. La falta de reconocimiento del crimen, de arrepentimiento, y los problemas en el módulo le impiden, por el momento, progresar en grado y conseguir los primeros permisos.
Nadie conoce cuál es su plan para cuando las puertas de la cárcel se abran ante sus ojos casi dos décadas después. Sin familia y socialmente repudiado, él es el único guardián de la pieza que completa el rompecabezas del caso Asunta, el porqué de un caso cerrado pero incompleto. «No le espera nadie fuera. Tengo curiosidad por saber qué hará. ¿Escribir sus memorias? ¿Vender una serie? Recuerdo las palabras de Charo: 'Alfonso es muy bueno en la logística'. A eso acabó reducida esa familia: a la apariencia y la logística».
Ver comentarios