Aborto

El fracaso de una ley sin consenso acaba con el «verso suelto» que soñó ser presidente

Gallardón sabía desde principios del verano que su final sería la dimisión

El fracaso de una ley sin consenso acaba con el «verso suelto» que soñó ser presidente EFE

Mayte alcaraz

Cuando Alberto Ruiz-Gallardón hizo público este martes que dejaba la política había ya media docena de personas que lo habían oído de sus labios hacía días: Mariano Rajoy, su mujer Mar Utrera y sus cuatro hijos. Lo que no consiguió su largo enfrentamiento con José María Aznar en los años noventa; ni sus disputas con Esperanza Aguirre mientras ella fue presidenta regional; ni la decisión de Rajoy de no incluirle en la lista popular al Congreso en 2008, lo ha podido un fracaso. Un sonado fracaso, tal y como él lo calificó este martes: la asunción como reto personal de una reforma legal que el PP llevaba, aunque sin desarrollar, en su programa electoral y al que el propio presidente había conferido una notable importancia . Tanta que lo depositó en manos no de cualquier ministro; sino de Gallardón. Alguien capaz de olvidar sus guiños al centro sociológico que le auparon a cuatro mayorías absolutas en Madrid para asumir un proyecto que recogía los principios más tradicionales del PP, aquellos que defendió en su recurso ante el TC presentado hace más de tres años contra la ley de Zapatero, que permitía a las niñas de 16 y 17 años abortar sin consentimiento paterno.

Fue entonces cuando empezó a abrise paso dentro del Ejecutivo un concepto con el que intentar paliar los daños ocasionados en la opinión pública, la misma que tendrá que manifestarse en las próximas elecciones locales de mayo de 2015: el consenso. A él se abonaron Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal.

El consenso como salida

En las últimas semanas, ese era el bálsamo para curar una herida que seguía supurando. «Mi partido es muy amplio. Lo importante es que el resultado final lo acate todo el mundo». Las palabras de la secretaria general del PP eran meridianas. El PP sin amplio respaldo social no seguiría adelante. Y aunque al exdirigente autonómico nadie se lo dijo nunca, él ya sabía a qué sabe la soledad. Este martes lo recordó durante su rueda de prensa de despedida. Eso sí, siempre contó con el apoyo, según su entorno, del presidente. Que seguía pidiéndole paciencia.

Para Gallardón era la primera vez en la que él no podía manejar los tiempos. En sus responsabilidades en Madrid, el «jefe» era él. Ahora, un órgano colegiado y solidario como el Consejo de Ministros tenía la última palabra. Por eso, el temor a un coste electoral inasumible -en Génova se habla del «efecto Arriola», en referencia al sociólogo de cabecera del presidente- obligó a enterrar el proyecto a principios del verano que ayer acababa. Y en el funeral, también se ha dado sepultura a la carrera política de un político histórico del PP, Alberto Ruiz-Gallardón, que, con 58 años y 30 en el partido del centro-derecha español, anunció ayer que dejaba el Ejecutivo, el acta de diputado y la política, en la que militaba desde que, como él cuenta, «con calcetines cortos acompañé a mi padre, José María Ruiz-Gallardón, a registrar los estatutos de AP».

A Mariano Rajoy le presentó la dimisión formalmente el pasado viernes. Pero hace 18 días (el viernes 5) el ministro de Justicia ya sabía que el Gobierno no sostendría su anteproyecto. El tiempo corría: era el trámite final de la norma y Rajoy solo necesitaba escuchar a la dirección de su partido, a la que horas después reuniría en el Parador de Sigüenza, para tomar la decisión más controvertida de la legislatura. Por eso, poco antes de la una de ayer el jefe del Ejeutivo anunciaba que retiraba el proyecto: «Vamos a seguir trabajando por la cohesión pero no podemos tener una ley que cuando llegue otro gobierno la cambie », dijo. Eso sí, confirmó que el Ejecutivo reformará la actual normativa para asegurar que las menores de 16 y 17 años necesiten del consentimiento paterno para interrumpir su embarazo y la puesta en marcha de un Plan de Protección de la Familia.

A esa hora, Gallardón ya le había dicho a su equipo que se iba. La paciencia se había agotado. Ahora sí.

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