Rajoy afrontará tras el verano y desde el liderazgo los congresos de la renovación

El líder popular ya lo había adelantado hace tiempo: no habría congreso hasta que no hubiera gobierno. Luego llegó el incierto resultado del 20-D, y los seis meses posteriores de tira y afloja con ningún efecto práctico , salvo la repetición de elecciones . El escenario que se dibujó en la noche del 26-J, sin embargo, blinda en cierto modo a Rajoy de cualquier movimiento interno que se hubiera podido fraguar en caso de haber perdido apoyos.

Por eso, se permitió adelantar una previsión de calado para el partido: el congreso nacional se celebrará «inmediatamente después» de que se forme gobierno -lo que, si se cumplen sus propias previsiones, podría situarnos en septiembre - y el resto, los regionales y provinciales pendientes, a continuación, de manera que todo el proceso de renovación estuviera terminado «para el 31 de diciembre».

Rajoy no recibió ayer más que parabienes en el Comité Ejecutivo Nacional: no era momento para críticas, y si no las escuchó -aunque alguna trascendió a la calle- tras el clamoroso fracaso en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015 , ni después del varapalo del 20-D, indudablemente ayer no era el momento de plantearlas.

Ni desde dentro, ni desde fuera apenas: la intervención de Aznar en la apertura de los cursos de verano de FAES en El Escorial perdió la belicosidad que hubiera podido tener de darse otros resultados electorales. Solo desde la Red Floridablanca recordaron que éste sería un buen momento para instar a «la gran tarea de reunir» a todo el centro-derecha «en un único proyecto político» y de «trabajar en la construcción de un nuevo proyecto que, bajo un liderazgo renovado y legitimado, ilusione de nuevo».

Pero ayer en la sede madrileña del PP no era la hora de escuchar ni medio reproche. Rajoy se vio acompañado por todo su equipo -María Dolores de Cospedal, los vicesecretarios Martínez-Maíllo, Casado, Arenas, Levy y Maroto, y su director de campaña Jorge Moragas-, y con ellos presentes sacó pecho por los buenos datos electorales del PP: fue el único partido que mejoró sus resultados respecto al 20-D «pese a que hubo 1,2 millones de votantes menos»; se convirtió en primera fuerza en todas las comunidades autónomas excepto en País Vasco y Cataluña; subió del 28 al 33 por ciento; y alcanzó una diferencia de 2,5 millones de votos con la segunda fuerza política. «No hemos perdido ni un solo diputado, y hemos ganado 14», recordó.

Rajoy no quiso entrar en ninguna polémica: «No he tenido ninguna fricción con Aznar», dijo cuando se le preguntó por el tema. Ni con Rivera y sus vetos se metió: «Todos hemos dicho cosas de nuestros adversarios políticos ; yo también... hay que mirar al futuro», zanjó. Eso sí, no sin antes advertir que volver al bloqueo sería «una irresponsabilidad antológica, algo inaudito».

Los grandes triunfadores del día fueron los dirigentes de valencia, Isabel Bonig; Galicia, Alberto Núñez Feijóo ; y Andalucía, Juanma Moreno . La primera se mostraba exultante tras la recuperación -dos escaños de subida- tras el durísimo castigo por los casos de corrupción que sufrió el 20-D. Feijóo -que ganó un diputado por Orense y otro por La Coruña- veía tomar forma ante sus ojos la acariciada mayoría absoluta en sus próximas elecciones autonómicas de otoño: sólo necesita un tercio de los 130.000 votos a Ciudadanos en Galicia que el 26-J no se tradujeron en ningún escaño.

Juanma Moreno recordaba al caso 1,5 millones de andaluces que dieron la victoria al PP en aquella comunidad, hasta ahora histórico feudo socialista. Y apuntaba a Susana Díaz, que «se jugaba mucho, su asalto a Ferraz» y había perdido la partida.