Nadal, en su décima final

Los nervios con los que Cilic comenzó el encuentro no hacían presagiar lo costoso que resultadía la victoria para Nadal. El croata tembló en sus dos primeros turnos de saque pero sacó adelante hasta seis opciones de rotura. Un sacrificio que pareció darle alas a partir del cuarto juego. Sus golpes, impulsado en su casi dos metros de estatura, comenzaron a empujar a Nadal hacia atrás , respondón en la defensa, pero sin poder atrapar una ventaja clara.

No hubo tanta brillantez en el juego del número 1, pero sí mucha más constancia, paciencia y efectividad. Siguió construyéndose un set a su medida, férreo con su servicio, activo al ataque, sin apenas errores que se saltaran de la lógica impuesta por Cilic. El croata, alejados los temblores del inicio, convirtió sus golpes en un martillo, incapaz el balear de hallar respuesta al torpedeo y obligado a un ejercicio de paciencia y fuerza mental . Y allí, nadie como Nadal.

El número 1 del mundo levantó tres bolas de set, y cuando su rival elevaba los ojos al cielo lamentándose, atacó. Volvió a trabajar cada punto como si fuera el último y encontró la recompensa en su novena opción de rotura . La más importante para agarrar confianza y el primer parcial.

Sin embargo, el chaparrón no frenó el ímpetu de Cilic, número 5 y dueño de saques que impiden el ataque al resto y golpes que desbaratan estrategias desde el fondo. Se notó la debilidad de las fuerzas, sobre todo en un Nadal que ya lleva dieciséis victorias de altísimo nivel y que se desequilibró con su servicio. Un error que expresó como nunca: golpeándose con la raqueta en la rodilla , pero solventó como siempre: recuperando la desventaja y lanzándose a por el tie break. La experiencia y esa mayor dosis de hambre que todavía acumula el balear , lo impulsaron hacia el triunfo. Dieciséis consecutivo y 871 de su carrera. Tercera final consecutiva y décima del año. El séptimo título de un curso excelente, a solo un partido.