Solo el mejor Djokovic puede con Bautista

Era el español un invitado de excepción, conjuntado su tenis con la cabeza y la oportunidad, Roberto Bautista solo podía estar orgulloso de que en el penúltimo día de torneo su nombre apareciera entre los tres más grandes del tenis. Allí, por derecho propio. Su primera semifinal en un Grand Slam, con 31 años, cuando ya la situación se adquiere con la misma ilusión pero mucha más templanza. Los nervios, no obstante, siempre andan despiertos.

Djokovic, ya se conoce, es un tenista total, que se adapta a los rivales como un camaleón. Si es una ronda temprana, prefiere dar lo justo para sobrevivir , guardar fuerzas para siguientes partidos y solo en momentos de apuro dar ese punto más que lo hace inalcanzable en sus mejores épocas. Ante David Goffin sufrió en sus servicios en el primer set. Pareció enfadarse por tener que trabajar demasiado y aceleró hasta anular al belga.

En la cabeza de ambos, sin duda, los dos encuentros que han disputado este curso. Ambos del lado del español, que sabe cómo contrarrestar con un tenis sin alardes pero también sin fisuras la efervescencia del balcánico. Tanto en Doha, como en Miami, así como una vez antes en las semifinales de Shanghái, Bautista rugió al final. Por eso salió Djokovic un poco al ralentí, pero precavido de las cualidades del español. Sin esos golpes prodigiosos que dejan clavado al rival, pero sin dejarse llevar por un rival que, en apariencia, es de menor entidad que él. Porque el serbio conoce bien a Bautista, tan férreo al fondo de la pista como exacto desde cualquier ángulo.

Sin hacer demasiado, pero sin dejarse un paso atrás, Djokovic provocó que los nervios de Bautista le recorrieran la espalda más de la cuenta con su servicio. A l segundo juego, primer turno de saque del español, pam, break . Al octavo juego, cuarto turno de saque del español, pam, el set.

Tan seguro el serbio, viéndose en la final que empezó el segundo set con un juego en blanco. Y entonces, Bautista. Liberado de la tensión y centrado en lo que sabe hacer , y muy bien, pasó a incomodar a Djokovic con ese juego imperturbable, infranqueable, imposible de romper y que le valió para hacerse con la victoria en los dos últimos choques entre ambos. Djokovic no estaba intimidado, pero comenzó a sufrir la ansiedad de ver que cada uno de sus golpes le era devuelto con la misma intensidad y velocidad con la que él mismo la enviaba.

Porque Bautista es un jugador muy difícil de desbordar. Se sitúa encima de la línea y devuelve cada golpe con otro igual. Misma velocidad, mismo estilo, misma dirección. Como un reloj. Como un martillo pilón. Así, Djokovic comenzó a sufrir apagones al servicio , despistes, acelerones incontrolados y subidas a destiempo a la red. Tanta la ansiedad que la traspasó a su raqueta, rotas las cuerdas en un saque y roto el servicio a favor del español, imperturbable también en emociones y expresividad, y ganador de la segunda manga merced de una pelota que quedó muerta tras ser frenada por la cinta.

El español obligó a Djokovic a meter ese acelerón para poder respirar, atosigado en sus turnos de saque y sin posibilidad de romper. El español obligó a Djokovic a ganarse cada metro, cada movimiento, cada punto. Porque podía pasar mucho tiempo hasta que Bautista hincara la rodilla. Más de veinte reveses se intercambiaron a principio del tercer set ; más de treinta golpes cuando, una vez roto el saque de Bautista, Djokovic volvió a sufrir de lo lindo para afianzar el 5-2. Y aun con dos sets a uno a favor, rugido al cielo mezcla de rabia y alivio, sentía que no había nada ganado. Bautista, esa gota exacta e impertérrita que forma la estalactita, estaba lejos de irse a Ibiza.

Quizá no se reflejó en el marcador del cuarto set, pero sí en las piernas del serbio, con estiramientos desde el principio porque la tensión que le provocaba el español por tener que ganarse con mucho sudor cada punto le acalambró un poco el cuerpo. Pero, al fin, este Djokovic camaleónico que sabe adaptarse a cualquier rival , supo encontrar ese punto de superioridad con el que desbordar mentalmente a Bautista. Riesgo controlado y nervios en el español, que ya no tenía tan seguro su saque, llevaron la victoria de su lado. El español cedió sus dos primeros turnos de saque y la regularidad de sus golpes, más débil la mano, más cansada la cabeza.

Aún entregó algo más de su juego, celebrado por la grada porque se enamoró de este castellonense que se ha metido entre los tres grandes y supo plantarle mucha cara al número 1. Y hasta dejarlo por los suelos en un par de ocasiones. A las 16.00 hora de Londres, después de dos horas y 49 minutos de entrega , a la quinta bola de partido, el mejor Bautista de la historia hincó la rodilla ante el mejor Djokovic del torneo. Así de bueno es el español, en su primera semifinal de un Grand Slam.