Nadal se da una alegría

Lleva algún tiempo desaparecido y ahora él es su máximo rival. Después de reconocer que tiene ansiedad , gestiona una situación atípica desde la tranquilidad que le da la tierra batida. Pase lo que pase, Nadal siempre será el mejor en esta superficie y ni siquiera necesita florituras para despachar a sus rivales. Así sucedió con el joven Pouille, tenista sin pedigrí que lo intentó de buena gana.

Animado por ese naranja chillón de su camiseta, las condiciones no eran las preferidas para Nadal. Le gusta el sol para que así bote más la pelota y coja sus endiablados efectos, pero a cambio logró más control en sus golpes. Y hubo alguno interesante, dominador siempre en el peloteo y serio para cerrar los puntos.

En estos momentos de dudas, se busca en el rostro de Nadal una respuesta. Desde el palco, aplausos para trasladarle la confianza que le falta mientras él ofrece algún que otro puño cerrado. La victoria no es para recordar, pero le sirve para ir ganando tiempo al tiempo. Montecarlo, conquistado ocho veces, debe suponer su punto de partida.

Nadal escribe con buena letra ante Pouille pese a recibir un aviso por excederse en el tiempo entre saque y saque nada más empezar. Mantiene la calma, se hace fuerte con su saque y rompe dos veces al irregular tenista francés, talento de 21 años que es el 108 del mundo en la actualidad.

A Pouille le quedó grande la cita y se rindió con el 6-2 de la primera manga. No hubo debate porque Nadal no lo admitió y el español, con un patrón muy claro, firmó la primera victoria de las muchas que han de llegar. Es el quinto de la ATP, pero en la arcilla, hasta que no se demuestre lo contrario y pese a descartar su favoritismo, sigue siendo el rey.