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David Gistau

Zafarrancho goleador

El Madrid, que parecía haber perdido el gusto por el olor de la presa que traía el viento, volvió a ser la máquina expendedora de goles

David Gistau

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El Real Madrid me recordó a aquel viejo pistolero de Clint Eastwood, William Munny, que se pasaba toda la película queriendo ser bueno, mantenerse sobrio, y lamentando el daño que había hecho en su vida. Y que de repente, después de echarse al coleto tres ... tragos de whisky para templar la rabia y el afán de venganza por el asesinato de un amigo, se volvía a transformar en el hijo de mala madre que disparaba contra todo lo que respirara. Entre San Mamés y el Sevilla, ignoro en qué momento se atizó el Real Madrid tres tragos de whisky. Pero el equipo lánguido, inapetente, envejecido, que parecía haber perdido el gusto por el olor de la presa que traía el viento, volvió a ser la máquina expendedora de goles que la temporada anterior dejó a Buffon tan agujereado que las bebidas isotónicas se le salían a chorritos del abdomen. Menuda balacera la del sábado. Llega a saltar un «streaker» y lo bajan de un pelotazo. La cadencia de golpes fue tal que en la segunda parte no quedaba nada por hacer y los futbolistas podrían haberse permitido sacar los móviles en pleno juego para cerrar las reservas de la cena o juntarse en el medio campo para fundar un club de lectura. No pudimos ni comprobar cuán vulnerable era la defensa de ocasión, aunque yo sigo sin entender por qué a un central prometedor como Vallejo, extraordinario el sábado en la colocación y en los cruces, sólo lo sacan cuando la única opción es llamarme a mí.

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