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Fernando R. Lafuente

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Uno, se juega la Liga; otro, el descenso. Los destinos del Madrid y del Espanyol (de Barcelona) esta noche de domingo veraniego y extraña competición del silencio son tan contrarios como la «Historia de dos ciudades» de Charles Dickens, tan distintos como la gloria y ... la miseria. Hay un dicho madrileño, muy del Rastro, ese zoco popular y ramoniano, que cabe aplicar a la gestión del club catalán: «Quien vende, acaba». Aquí sería, y en el fútbol suele acertar, «quien cambia (de entrenador) acaba (mal)». De Europa al infierno (descender a Segunda división) sería el camino recorrido por los denominados, cariñosamente, «pericos». Han cambiado tres veces de entrenador: Gallego, Machín y Abelardo y ahora, Rufete. Así no hay quien programe nada. Sí, quien cambia, acaba; el ejemplo contrario es Jürgen Kloop y el Liverpool y su apuesta a medio plazo. Porque para los de Anfield esta historia comenzó en 2015. Desde entonces, una Champions y ahora la Premier. La palabra mágica es continuidad. En el fútbol, como en buena parte de los asuntos de la vida, todo fracaso es un mal cálculo. Hoy vuelve Raúl de Tomás, y Bernardo, y Cabrera. Pero la puerta del descenso la tienen abierta.

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