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El Sevilla acaricia el botón de alarma de incendios

La polémica desatada por las declaraciones de Pimienta siguen abrasando el día a día de un Sevilla que aún tiene que salvar su pellejo

Alberto Fernández

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Por lo visto, destapar la vergüenzas de la empresa que te paga es justo y necesario. Airear los trapos sucios de tu casa te hace honesto y valiente. Señalar públicamente a tu jefe o compañero de trabajo es lo que todo el mundo espera de ... ti. Y así una sucesión de ejemplos de cómo García Pimienta se ha ganado el respeto del sevillismo. Si de verdad lo ha conseguido, bien por él. Yo, en cambio, no termino de salir de mi asombro ante tanto jabón por criticar públicamente una planificación de la que, nadie lo olvide, es corresponsable. Voy más allá. De valiente tiene poco cuando escurre el bulto de su responsabilidad para atizar al débil. Al que sabe que está contra las cuerdas de la opinión pública por sus propios y destacados errores, circunstancia que tampoco se debe olvidar. Esta opinión no está escrita para culpar a Pimienta y exonerar a Víctor Orta. Tampoco al contrario. Ambos son parte de un todo en este Sevilla. En las buenas y en las malas. Por mucho que se repita la cantinela de que mucho hace el entrenador con lo que tiene, no deja de ser una verdad a medias. Con lo que tiene le debería haber ganado, sin irnos muy lejos en el tiempo, a Valencia y Espanyol en el Sánchez-Pizjuán.

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