El Sevilla acaricia el botón de alarma de incendios
La polémica desatada por las declaraciones de Pimienta siguen abrasando el día a día de un Sevilla que aún tiene que salvar su pellejo
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Iniciar sesiónPor lo visto, destapar la vergüenzas de la empresa que te paga es justo y necesario. Airear los trapos sucios de tu casa te hace honesto y valiente. Señalar públicamente a tu jefe o compañero de trabajo es lo que todo el mundo espera de ... ti. Y así una sucesión de ejemplos de cómo García Pimienta se ha ganado el respeto del sevillismo. Si de verdad lo ha conseguido, bien por él. Yo, en cambio, no termino de salir de mi asombro ante tanto jabón por criticar públicamente una planificación de la que, nadie lo olvide, es corresponsable. Voy más allá. De valiente tiene poco cuando escurre el bulto de su responsabilidad para atizar al débil. Al que sabe que está contra las cuerdas de la opinión pública por sus propios y destacados errores, circunstancia que tampoco se debe olvidar. Esta opinión no está escrita para culpar a Pimienta y exonerar a Víctor Orta. Tampoco al contrario. Ambos son parte de un todo en este Sevilla. En las buenas y en las malas. Por mucho que se repita la cantinela de que mucho hace el entrenador con lo que tiene, no deja de ser una verdad a medias. Con lo que tiene le debería haber ganado, sin irnos muy lejos en el tiempo, a Valencia y Espanyol en el Sánchez-Pizjuán.
Que pueda eludir sus responsabilidades con la ayuda del que debe apretarle desde la grada es un escenario que no vi venir. Menos en Nervión. O sí. Porque ha calado esa idea social que salvar a uno automáticamente condena al otro. O que criticando al de una esquina, se entroniza al de la contraria. Y tenemos claro quién es el culpable para el sevillismo. Después del presidente, como es lógico, ya que es quien elige y mantiene a los máximos responsables de cada área (y no toma una decisión a derechas ni aunque se empeñase en lo contrario), el nombre demonizado es Víctor Orta. El tiempo que esté o le quede en el Sevilla debe aprender a convivir con ello. No se le quiere. Está atado a Del Nido Carrasco para los restos Y si ya le echan piedras desde el banquillo, apaga y vámonos.
Siempre me he considerado un defensor de los entrenadores. De su trabajo. De la dificultad que entraña que 25 chavales (20 en este caso) te hagan caso a pies juntillas. No hay nada más que ver al actual Manchester City para comprender que cuando tu discurso ya no cala, aunque te apellides Guardiola, estás perdido. Y Pimienta ha obtenido buenos resultados con la situación del actual Sevilla. Lo tiene relativamente tranquilo en la clasificación. La crítica le estaba acompañando en esta travesía nervionense por el desierto. La pregunta clave es: ¿Por qué? Sólo se me puede ocurrir que esa estabilidad alcanzada por el equipo ha provocado que el aficionado pida un pasito más. Que le moleste tanto empate ante rivales que van por detrás en la clasificación. Que desee aspirar a algo más, con la consecuencia de que sus decisiones sean más analizadas y, por tanto, más enjuiciadas con un desenlace negativo hacia su forma de entrenar o dirigir los partidos. Ya no sólo vale dar un pasito al frente y otro atrás. Se quiere ver despegar al Sevilla. Y el entrenador, por si las moscas, ha señalado al culpable por si eso no ocurre. O lo que sería peor, si el barco comienza a hundirse.
Pimienta debe entender por qué está en el Sevilla. Se le contrató por ser un entrenador de perfil modesto (también barato), con enorme conocimiento del fútbol base y, por último, por tratarse de un perfil afable. Cercano. De club. En resumen, que no te fuese a meter en un lío. Su rueda de prensa demostró que esto último no lo habían estudiado bien. Ha provocado una explosión donde no había una bomba. Ha acariciado el botón de la alarma de incendios demasiado fuerte. Supongo que consciente de ello. De estos gestos que haces con el codo de forma disimulada y a su vez con mala idea. Al Sevilla claro que le hace falta otro lateral izquierdo. Y 20.000 incorporaciones de nivel superior. Sin embargo, a él se le fue claro al venderle que venía para ayudar en una transición traumática, tratando que fuese lo menos explosiva posible. A formar jugadores que fueran mejores. A generar un clima alejado de la habitual ansiedad sevillista y que la casa de los líos fuese la de los problemas solucionables. Todo roto. Por un reclamación. Probablemente lícita, pero donde has dado la sensación de querer salvar tu pellejo público por encima del bien general o común. Muchos piensan que decir la verdad de esa manera viene bien. ¿Va a ganar el equipo más partidos gracias a esto? Ni de broma. Entonces, ¿a quién le viene bien? A Nadie. Se ha generado un clima de tensión y desconfianza y el único afectado será seguro: el Sevilla.
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