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La mano de Almeyda y el pie de Cordón

El entrenador demostró que tiene al equipo físicamente competitivo, pero sin piezas reales para doblegar a rivales potentes

Alberto Fernández

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La puesta en escena de este Sevilla FC de la temporada 25-26 no ha disgustado del todo a sus ya de primeras resignados aficionados. El último año es difícilmente empeorable y ver al menos a un equipo que compite es motivo de levantar ... la cabeza y pensar que quizás el sufrimiento de los dos últimos años se quede en un mal recuerdo. No es elevar la ilusión, menos aún cuando el grupo de jugadores que compareció en San Mamés es primo hermano del que terminó la pasada campaña arrastrándose por los campos de España. Pero mi sensación es que el sevillista tiene ahora mismo un motivo al que agarrarse, que no es otro que ese entrenador que se desgañitaba en la banda tratando de que su equipo fuese capaz de dar tres pases seguidos, mientras los defensas canteranos, comenzando por un Kike Salas que se superlativo en el cuerpo a cuerpo y de Segunda RFEF con el balón en los pies, se encargaba de darle a la valla publicitaria junto a los banquillos. Matías Almeyda ha agarrado los escombros de un Sevilla poderoso. Y antes que construir sobre ruinas, intenta limpiar con trabajo ese terreno impracticable. Es una tarea de la mano del director deportivo, quien ni se inmuta ante la indecencia de tener tres fichajes sin competir por falta de pasta. No es suya la culpa de la ausencia de dinero, pero a 18 de agosto, con la competición en juego, lo mismo se podían haber activado más mecanismos que los avales personales para que el conjunto de Nervión arrancase la Liga con mejores y más numerosos argumentos.

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