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Infieles de Nervión
La ausencia de presidente y vicepresidente en el acto más carismático con el sevillismo es una prueba más de la ruptura con la realidad de los dirigentes
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Iniciar sesiónPuedo llegar a comprender muchas cosas. Más de las que pensaba hace unos años. Se ve que las canas no es sólo un cambio de color en el pelo, sino la prueba visible de que la experiencia te permite bajarla al suelo y ver con ... cierta perspectiva lo que sucede a tu alrededor. Este inicio es para creerme realmente que voy a escribir de forma sosegada lo que considero una indignidad a todas luces. Porque puedo defender un error. Mejor comprenderlo. Que no hagas bien tu trabajo o te venga grande. Que te sientas en una encrucijada entre lo que te aconsejan tus cercanos y las decisiones que tomas. Que tires hacia delante cuando tu propia intuición te dice que pares. Puedo entenderlo, de verdad, por mucho que esa toma de decisiones por parte del presidente del Sevilla y todo el consejo de administración que le respalda, corresponsables todos de la absoluta perdida de papeles de una sociedad a la deriva, hayan provocado que la viabilidad económica de 135 años de sentimiento esté en peligro. Lo que es incomprensible y está fuera de lugar es la cobardía, pese a que tenga una justificación interna. Darle la espalda a tus seguidores, por mucho que ahora no te den ni los buenos días, en una acto que hacía enorgullecerse a cualquier sevillista me deja sin palabras, perplejo. Fieles de Nervión ha pasado de congregar a esos que no te abandonaron en los momentos más duros, en un evento de puro sevillismo, a realizarse a escondidas, llamando sólo a los premiados de esa temporada e intentando que nadie se entere del día que se celebra para ahorrarse el bochorno. Porque el consejo de administración ha decidido continuar maltratando justamente lo que hacia del Sevilla un club distinto. Señor. No han sido los títulos, sino actos como el de los Fieles, los Dorsales de Leyenda o los premios periodísticos los que dieron y debían seguir dando grandeza a la institución, dejando el balón apartado. Ahora se deja la silla del presidente vacía como si tal cosa. O la del vicepresidente. Tanto monta, monta tanto. Indigno del Sevilla FC.
Aquí aparece ese lado razonable del que escribe. No es plato de buen gusto que te insulten en el palco, cuando paseas con tu familia por la calle o que las amenazas lleguen hasta la puerta de tu domicilio particular. Hay líneas rojas donde una sociedad, pese a estar enferma, debe detenerse. La mayor y más enérgica repulsa contra este tipo de actos. Y no hay peros posteriores que lo puedan justificar. Por tanto, si existe cierto temor de que agredan a uno de los responsables del Sevilla, es lógico que se les proteja. Entiendo que los Fieles de Nervión de hace una década, con el presidente departiendo amigablemente con los que se acercaban a él, ya no tengan cabida por la actual situación de crispación. Vale. Sin embargo, no poder o querer asistir a tu propia casa para dar 300 o 500 reconocimientos a tus socios, que van con el ánimo del agradecimiento muy por encima de la crítica puntual, carece de sentido. Porque ser presidente del Sevilla es más que tomar una decisión correcta o incorrecta. Es más que ponerte un pin en la solapa. Es más que ver los entrenamientos o arengar en el vestuario. Ser presidente del Sevilla es representar con honor y respeto la identidad de un club largamente centenario. Por los que fueron y se dejaron su vida por el Sevilla y los que serán. Y en esa representación cabe todo. Momentos mejores o peores. Esconder la cabeza dejando solo al padre de Reyes en el homenaje a su hijo (llegando tarde al palco para que no vean al vicepresidente); posponiendo la ofrenda floral por las primeras derrotas; despidiendo a Badé desde la distancia; o utilizando la presidencia de honor de Joaquín Caparrós para curarse en salud y evitar que nadie les ponga la cara colorada. Eso no es el Sevilla FC.
Han llegado a cruzar la línea para pasar a infieles de Nervión. Les puede sonar duro. Pero sólo se trata de un martillazo a sus conciencias. De ver si alguien les despierta de ese sueño de superioridad a quienes hace tiempo que debieron tirar la toalla por pura responsabilidad ante la incapacidad de tomar las mejores decisiones para ese sentimiento que estoy convencido que mantienen. José María y Pepe han tomado un camino sin retorno. De esquivar al sevillismo y hacer oídos sordos a sus reclamaciones. A sus ruegos. A la simple responsabilidad de representar y respetar a quien un día te hizo sevillista. Porque ellos lo son de cuna y, antes de ascender (meritoriamente o no a la cúspide) se hubiesen llevado las manos a la cabeza si otro presidente hubiese actuado de esta forma. No se puede caminar de espaldas al mundo. No se puede gobernar de espaldas a tus conciudadanos. No se puede presidir de espalda a tus aficionados. No se puede ser sevillista de espaldas a tu escudo. No se puede.
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