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Caparrós arranca la rama del olivo

El utrerano coge de nuevo al Sevilla, demostrando su sevillismo y la improvisación de sus dirigentes

Alberto Fernández

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Joaquín Caparrós Camino no le dirá jamás que no al Sevilla cuando este llame a su puerta. Nunca. Señalarlo como cómplice de tapar a los dirigentes con su decisión de recuperar el chándal es de conocer muy poco al utrerano. De no saber cómo es ... en absoluto. Si mañana le mandasen de emisario diplomático a Oriente Medio por necesidades del Sevilla, ni siquiera preguntaría qué debe hacer antes de hacer la maleta y coger un avión. Así es Caparrós. Su sevillismo le puede. Dejando claro esta verdad absoluta por delante, queda preguntarse si quien dirige el Sevilla lo hace con una máscara del presidente y está tratando de destruir al club desde dentro. Casi burlándose de la inteligencia de una afición que vio cómo el entrenador era renovado casi sin empezar a ganar. Seis meses después toca echarlo. La coherencia no es la madre de la ciencia, como si lo es la paciencia, aunque en fútbol ninguna importa lo más mínimo. Caparrós es un escudo envuelto en el oro de su banquillo legendario en Nervión, distinción que se le dio el pasado año. Tapará pocas vergüenzas. Son tantas que es imposible. Sólo intentará que el equipo deje de dar pena y que Nervión ruja de nuevo en pos de la victoria. El otro rugido contra el palco no se borrará. Arrodillados ante su histórico entrenador, beligerantes contra quienes han convertido al Sevilla en un circo.

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