El tercer tiempo

Sevilla - Girona: La tostada más amarga del año

LaLiga

Septiembre y vuelta al curro, menudo bajón. Para el sevillismo, el bajonazo de hoy es terrible: menuda despedida de las vacaciones

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Sevilla - Girona: Inofensivo en las áreas y abonado a la bronca de la grada (0-2)

Hoy es sin duda uno de los días más tristes del año. Se acabaron las vacaciones y llega septiembre. Para el currela sevillista, el sentimiento de tristeza es doble: otra vez, palmamos en Nervión. Y mira que es difícil que la tostada del lunes postvacacional ... pueda saber más amarga. La de hoy está seca, y el café es una aguachirle. Vaya maneras de encarar la primera semanita de trabajo.

Ayer, en los últimos minutos del partido, el Sánchez-Pizjuán era una hemorragia. La gente abandonaba en tropel las gradas, triste y cabreadísima. En el cooling break del segundo tiempo, la hemorragia fue verbal, dirigida contra la directiva, reclamando furibundamente su dimisión. Ya en la calle, la diatriba principal de los aficionados se centraba en García Pimienta: ¿llegará a tomarse los polvorones en Nervión o ni siquiera alcanzará hasta Halloween?

También era muy comentado a la salida el debut de Barco. Con solo 20 años, el chaval se echó al equipo a la espalda. Corre, pelea, encara y hasta tira los corners. Físicamente, parece casi un niño. Jugando, demuestra una enorme personalidad. Pero no deja de resultar algo raro que un jugador que ha llegado hace un cuarto de hora al equipo adquiera tamaño protagonismo en el juego del Sevilla. Es, en cierto modo, un indicio de que puede estar cundiendo cierta desesperación, aunque García Pimienta intenta transmitir tranquilidad y confianza cuando habla del juego del equipo. Algunas decisiones del catalán resultan algo desconcertantes. Por ejemplo, que Juanlu ocupe la posición de mediocentro. O que, cuando el equipo va perdiendo, haga cambios -Navas por Lukebakio- que son claramente defensivos. O que salga a jugar Idumbo, que no es siquiera titular en el filial, y no lo haga el delantero que hemos fichado esta temporada. O que pasen los días y ese delantero, a tenor de las apariencias, no parezca estar sometiéndose a ningún plan de entrenamiento intensivo y dieta que mejore su forma física.

Ayer hubo dos Sevillas. El de la primera parte fue bastante incisivo. Creó ocasiones, pero, como todos los partidos de esta temporada, sufre un problema de falta de colmillo. La mordida es deficiente, algo imperdonable en los depredadores. Junto a Barco, Ejuke fue lo mejorcito del Sevilla. Lástima que invalidaran su bonito gol por fuera de juego, solo un minuto después de haber encajado el primer tanto del Girona. Seguramente, todo habría cambiado para el Sevilla. Quitando al nigeriano, todos estuvieron negados, con ocasiones bastante claras e incomprensiblemente desaprovechadas en algunos casos.

Porque el Sevilla de la segunda parte fue un desastre. Sánchez Martínez acabó de rematar el drama pitando un penalti bastante riguroso que acabó en el segundo gol para el Girona. No fue la única decisión discutible del trencilla durante el encuentro (¿para cuándo un debate serio que aborde la lamentable calidad del arbitraje español?). Pero para entonces, el Sevilla se había caído. El 0 a 2 lo tiró por los suelos. Con los cambios, incomprensiblemente, el equipo de García Pimienta se convirtió en un equipo más defensivo, como si estuviera intentando amarrar un empate. En cambio, el Girona no dejaba de atacar. La espesura de los últimos veinte minutos del Sevilla generó el dibujo de un enorme cuajo en nuestro medio campo. Una coagulación, un enorme trombo, un cuerpo arterioesclerótico, a punto de infartar. Nadie corría buscando el área contraria, ningún jugador intentaba desbordar, a excepción de Ejuke, que acabó en el suelo acalambrado. Incomprensiblemente, con todo el tiempo perdido por la revisión del VAR y el cooling break, el árbitro dio solo siete minutos de prolongación, pero casi que lo agradecimos: en ningún momento la opción de la remontada estuvo sobre el césped. El Sevilla llegó al pitido final como un alma en pena. Esa misma pena que acompaña hoy al sevillismo en el desayuno de su primer lunes posvacacional. Mucho ánimo, sevillistas. La depresión postvacacional dura poco. La depresión de Nervión, no sabemos.

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