Sevilla - Real Madrid: Primera vez que acaba la Semana Santa con La Amargura

Koundé estrenando trencitas, Diego Carlos vacilando de rapaíto, Jesús Navas afeitaíto, el Papu con el degradado recién hecho y Martial oliendo a nenuco. Con esta gente así y, además, presionando muy arriba, parecía improbable que los merengues verdes se escaparan hoy vivos de aquí.

La primera gran ocasión del encuentro llegó en el minuto 10. Yoan Yordán filtró un pase entre líneas hacia Martial, que pululaba por la frontal del área, y arrastró a tres merengones antes de chutar con la derecha para que el balón se marchara rozando el palo. Movimientos de delantero caro. Eso lo tiene el gabacho, ahora le faltan los goles.

Jesucristo resucitó un día como hoy y no iba a ser el único milagro que íbamos a vivir este domingo. El colegiado no iba a señalar como penalti un balón que le pegó en el brazo a Diego Carlos. Después, en una falta en la frontal del área, Rakitic se iba a vestir de Moisés y sin tablas, pero con balón, iba a abrir la barrera para hacer el 1 a 0 en el marcador. A los pocos minutos el Tecatito, que además de nombre de torero tiene deje de maestro, iba a meterse en el área para regatear a Curtois y cederle el balón a Lamela para que hiciera el 2 a 0.

Pero no podía ser todo tan divino. El colegiado devolvía el partido al aspecto más terrenal en el minuto 40. Martial iba a recibir una patada por detrás de Camavinga, que tenía amarilla. El árbitro no pitó nada e hizo con sus manos el gesto del balón, insinuando que el madridista había tocado el balón. No solo no pitó la falta. No solo no expulsó a Camavinga. Para más inri, Martial tuvo que marcharse lesionado y sustituido por Rafa Mir. Nada, creíamos que no iban a salir más pasos hoy y resulta que el Santísimo Señor de los Mangaso se marcó una chicotá antológica.

Ya ha tenido que ser gordo el error del colegiado como para que los propios comentaristas de movistar digan que la jugada ha sido escandalosa. Sí, Carlos Martínez, ese que ha cantado el primer gol del Sevilla no alargando la «o» sino la «ele», haciendo su particular homenaje a las saetas. No se puede cantar un gol con menos ganas, miarma.

No había que ser muy avispao para saber que Camavinga no iba a vestirse en el segundo tiempo. No porque saliese desnudo del vestuario tras el descanso, sino porque Ancelotti, alias «el mirilla», sabía que iba a ser expulsado a la primera de cambio.

El Madrid salió mejor en la segunda mitad. Bono evitó el gol del Madrid parándole a Benzemá un mano a mano, pero no pudo hacer nada, minutos después, en el remate de Rodrygo. El equipo merengue (hoy ortiguilla) trenzó una jugada de precisión, como de fútbol sala, e hizo el 2 a 1 cuando alguno todavía tenía el pelito mojao del vestuario.

El Sevilla entonces empezó a acularse y a ponerse más nervioso que un sordo en un dictado. Lopetegui hacía un doble cambio de jiñaera total. Tecatito y Acuña por Gudelj y Augustinsson. Mensaje claro. Quedaba media hora de partido y se iba a jugar como un descuento largo, achicando balones y tratando de aguantar el resultado.

Menos mal que, de vez en cuando, las engarrotadas piernas sevillonas lograban trenzar tres pases seguidos y el equipo se asomaba al área de Curtois. Jesús Navas se iba de su par y le quedaba el balón para pegarle con la izquierda. En su cabeza sonó fenomenal, pero en realidad el disparo se le marchó a Eduardo Dato.

El partido se iba a convertir en un SálVARme Deluxe. El colegiado iba a anular un gol de Vinicius por considerar que controló con el brazo. El VAR le invitó a revisar la jugada en el plasma y el árbitro reafirmó su decisión. Minutos después pudo haber penalti de Militao sobre Rafa Mir e instantes después iba a empatar el Madrid por medio de Nacho. El colegiado pudo señalar falta previa sobre Óliver Torres, pero no lo hizo. Nacho. No te puede marcar gol un futbolista que se llama Nacho. Que tiene nombre de protagonista de Al Salir de Clase, ome.

Siete minutos de prolongación cuando toda la segunda mitad parecía ya de prolongación. Benzemá, que parece un chaval que acaba de debutar, hacía el 2 a 3 en el minuto 92. Tras marcar se iba corriendo al banquillo para abrazarse con su compañero Camavinga. Lo que no sé es por qué no se abrazó con el colegiado, que fue quien permitió que jugasen toda la segunda mitad con 11 jugadores.

Final del partido. Hemos vivido muchos domingos de resurrección y también muchos partidos como el de hoy, donde el Sevilla lo tiene todo para ganar y, entre el árbitro y su propio nerviosismo, acaba tirando un gran resultado a favor para acabar perdiendo.

Además, el Sevilla volvió a la tónica de dos o tres lesionados por partido. Y a los que se mantienen los 90 minutos en el terreno de juego la penitencia se les está haciendo demasiado larga. Acabó la Semana Santa casi como empezó, con La Amargura.