Sevilla FC
Se ha quedado viejo
Copa del Rey
Con dos semanas de retraso, y pase lo que pase ante el Osasuna, el Sevilla celebrará el próximo lunes su particular Blue Monday
Ya sólo queda evitar el segundazo
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Iniciar sesiónPase lo que pase el domingo contra el Osasuna, está claro que el próximo lunes será el verdadero Blue Monday para el Sevilla: con dos semanas de retraso, el equipo de Nervión habrá de enfrentarse a su día más triste del año. Fuera de Europa, ... fuera de la Copa del Rey, y con un calendario liguero por delante bastante cenizo, su única aspiración y motivo para despertarse cada mañana será mantener la categoría. Ahora sabemos que el Blue Monday, en su origen, no era más que una trampa ideada por un avispado publicista, sin ningún tipo de rigor científico, que sin más perseguía aprovechar la tristeza postvacacional navideña para alentar el consumo. Si estás triste, venía a decir, haz planes. Porque la ilusión es la única forma de luchar contra la tristeza.
El problema del Sevilla es que resulta difícil mantener la ilusión cuando el único plan que le queda es sobrevivir. Nada de cruceros, ni de exóticos viajes: Madrid, Valencia, San Sebastián, esas son sus metas. De los fichajes que han venido, ninguno vuelve loco al sevillismo; quizá, si acaso, el del joven Hannibal Mejbri, pero anoche, en el choque decisivo contra el Atleti, y sin que a estas horas sepamos muy bien por qué, Quique Sánchez Flores decidió prescindir de sus servicios.
Puede que haya que ser pragmáticos, y centrar la ilusión en la cuestión dineraria: todos los socios esperamos que, al menos, el coste del carné se reduzca de forma ostensible la próxima temporada. Si el equipo desciende a Segunda, además, nos lloverán por fin los patrocinadores: hay muchas ferreterías y tiendas de comestible esperando su oportunidad.
Pero seamos optimistas. Todo eso del Blue Monday es un camelo. Y la plantilla del Sevilla necesita como el comer a un buen psicólogo. Del Nido Carrasco tiene, al parecer, uno excelente; está tardando demasiado en compartirlo. En esta temporada todo sale mal, el viento siempre juega en contra, y esa magia que en otro tiempo parecía administrar el Sevilla para salir airoso ante los lances más críticos -sin ir más lejos, la pasada temporada, con el milagro europeo-, se ha diluido. Hace dos o tres temporadas, por ejemplo, estoy convencido de que el penalti del último segundo del partido de ayer contra Lamela no hubiera sido anulado por el VAR. Digo más: el Sevilla habría conseguido remontar en la prórroga o, incluso, ganar en los penaltis.
Porque la realidad es que el Sevilla anoche no hizo un mal partido. Más allá de las imprecisiones y la falta de gol, lo cierto es que los de Nervión le mantuvieron el pulso al equipo de Simeone. En el segundo tiempo, por momentos, incluso jugó a mejor nivel que el equipo atlético. Es algo meritorio, teniendo en cuenta que, en términos objetivos, la plantilla de los madrileños está muy por delante en calidad técnica a la del Sevilla, que cada vez va cogiendo más cuerpo de selección de veteranos. Hubiera sido precioso que los de Nervión hubieran podido corresponder con un triunfo a los tres aficionados tristemente fallecidos en su desplazamiento a Madrid. La familia sevillista necesitaba una alegría como esa. No pudo ser.
Pero ni siquiera puede decirse que anoche tuviéramos mala suerte. Porque pocas veces se produce un hecho tan excepcional como que un killer como Griezmann, especialista en penas máximas, acabe mandando el balón de un penalti a las nubes. Hasta su sustitución, Griezmann fue una bestia negra para los de Quique Sánchez Flores; tuvo varias ocasiones claras de gol, que solo la precisión y el banderín del linier evitaron.
No estábamos para esta Copa del Rey. Nunca lo estuvimos, aunque la ilusión es lo último que se pierde. Ahora la hemos perdido del todo: la temporada se hará larga y tediosa. Es tiempo de trabajar a fondo el ánimo, de reconstruir las almas, de curar las heridas. Y, desde luego, de abrir puertas: necesitamos aire fresco. Porque este Sevilla se ha quedado viejo.
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