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David Gistau

Un asunto personal

David Gistau

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Las leyendas cholistas alcanzaron tal envergadura que lo que sucedió el martes casi parece la captura de un «dux» que practicó con éxito la guerra asimétrica. Un Yugurta, un Mitrídates, o mejor un Espartaco, que consiente imaginar a los irreductibles del cholismo clavados Castellana abajo ... hasta llegar a los barrios donde los boxeadores que conozco guantean llevando puesta una sudadera del Atleti. Más allá de que por dentro fantaseen con la posibilidad de la remontada, o al menos de procurar al estadio un «bel morir» en el que retumben por última vez los tam-tams, los interlocutores atléticos con los que hablo confiesan la sensación de que esta vez sí ocurrió algo que no sintieron en Lisboa ni en Milán: se les desplomó encima un feo recelo de finitud, como si acabaran unos años fabulosos que, hasta en cuatro ocasiones, entre finales y eliminatorias, el Real Madrid evitó con crueldad que los coronara la primera copa de Europa exhibida en el río sin gabarra del Manzanares. Jero García, el más vital de los optimistas y de los tipos indoblegables que conozco, ha sufrido tal acceso de fatalismo que cree que la próxima vez que su Atleti juegue una final de Champions en las bandas estarán sus dos mellizos, que han de nacer estos días. A poco que saquen un ápice del temperamento del padre, lo del vietcong cholista parecerá por comparación los Trapp cantando en «Sonrisas y lágrimas».

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