Continuidad para que el Betis siga mejorando
Desde la distancia se observa un Betis cambiante y mejorado en los últimos años y la continuidad de esta gestión es lo mejor que se puede desear ahora mismo para la entidad
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Iniciar sesiónMe superan las diferencias agrias y de aire casi fratricida entre béticos. Me refiero a aquellas que huelen a azufre, a esas en las que la acritud gana por goleada a la educación. Y además, me decepcionan mucho. Tengo que decir que no estoy al ... día de los conflictos societarios o políticos del club, y seguramente por eso me chirrían tanto los rifirrafes que conozco a través de los medios, que leo en las redes sociales o que me cuentan los colegas que sí están al tanto de las ambiciones y las rencillas que se cuecen en el entorno bético. Lo que sí sé es que percibo desde la distancia una oposición aparentemente minoritaria pero muy agresiva a los actuales dirigentes de la entidad y que su razón de ser tendrá, o no, pero que desde luego no parece coherente con la evolución que marca la entidad en los últimos tiempos, y esto me sorprende, me extraña y me disgusta porque, francamente, me parece que no le hace bien al club, a sus equipos y a sus deportistas. Reconozco que, por norma, me repele todo lo que excede de una discrepancia respetuosa, pero que se sobrepasen las rayas rojas del civismo cuando se habla de asuntos relacionados con el club al que unos y otros atendemos y amamos me parece ilógico, y por ello lo tolero aún menos. Influye en esto que soy de los que creen en la legitimidad, en el bien común y en el interés general, y por eso creo que la única actitud coherente con esta posición, en todos los órdenes de la vida, es la de apoyar y ayudar en la medida de lo posible a los que están al frente de cada nave en la que, por obligación o por devoción, nos vemos embarcados en cada momento, algo que a veces, por supuesto, se puede y hasta se debe hacer a través de la crítica constructiva, esto es sin saña. En mi opinión, en condiciones normales hay que apoyar a quienes afrontan la difícil responsabilidad de tomar decisiones para el bien del conjunto, salvo que esté perfectamente comprobado que aquellos que en un momento dado dirigen un proyecto son verdaderos enemigos del mismo, un peligro objetivo para la causa, por las razones que sean. Creo que apoyar es inteligente. Y entender que hacerlo no implica que uno comparta el criterio que respalda requiere cierta inteligencia. La virtud no es para todos los públicos. Hoy es frecuente leer en las biografías de Twitter —me refiero a las de las cuentas fiables, claro, no a las del clásico PANI (Perfil Agresivo No Identificado)— eso de que «like o retuit no significa estar de acuerdo», es decir, que el acto de destacar un comentario, de quien sea, no significa necesariamente que uno comparta la opinión o la haga suya, sino que por algún motivo la considera relevante, y en esto cabe incluso que sea por todo lo contrario, o sea, por estar en desacuerdo con ella. Pues bien, igual que «like o retuit no significa estar de acuerdo», apoyar al que está al timón no debe entenderse siempre como seguidismo, pero este pensamiento exige una mínima capacidad analítica que, aunque muy básica, probablemente no está al alcance de todo el mundo.
Haro y López Catalán
Los que mandan ahora en el Real Betis Balompié se llaman Ángel Haro y José Miguel López Catalán, como podrían llamarse de cualquier otra forma, y en mi visión no hace falta ser fan para apoyarles ni detractor para criticarles. Lo importante es el sentimiento bético en su sentido amplio, el de la vigilancia del bien para el club por encima del interés o de las preferencias de uno. No les conozco de nada pero la percepción que tengo, observando los acontecimientos desde la distancia, es que el club evoluciona con ellos, y por eso me cuesta trabajo entender la extrema animadversión de esos opositores que, yendo mucho más allá de la crítica razonable por hechos concretos, parecen haber elevado a cuestión personal su guerra con ellos. Supongo que algo se me escapa.
En el fútbol son visibles los resultados y no tanto el trabajo que se hace día a día en la cocina de todo club. Pero a los dirigentes no se les puede valorar por un fichaje ni por una clasificación. A los dirigentes se les debe evaluar el conjunto de su gestión y se les juzga por la ejecución competente de la misión de la compañía para acercarse a la visión de la misma respetando sus valores en todo momento. Lo que pasa es que el fútbol, nos guste o no, es un mundo de empresa que se enfrenta a un factor emocional y sentimental muy potente, y las KPI's (indicadores claves de desempeño o rendimiento) que observa un gestor no son las que mira un aficionado. Y este es un punto de fricción muy peligroso.
En el Real Betis se observa un ingente trabajo de fondo que no tiene nada que ver con lo que pueda pasar el día 23 en la final de la Copa del Rey, por poner un ejemplo. Es decir, la labor del equipo dirigente que forman Haro, López Catalán, sus directivos y sus estrechos colaboradores no va a ser mejor si se gana el título copero ni peor si se muerde el polvo con el Valencia. Lo que determina el valor de ese trabajo de gestión es la comparación de las correspondientes fotos del estado de la sociedad a la finalización de cada ejercicio en un plazo determinado de tiempo, e incluso aquí hay factores incontrolables —por ejemplo, una pandemia— que pueden distorsionar todos los resultados clave de las operaciones de los diferentes departamentos y, al final, los de la empresa, y esto hay que saberlo leer. Es obvio que el rendimiento deportivo del primer equipo tiene un peso específico determinante en el resultado de la gestión de una sociedad como el Real Betis al cabo de un ejercicio, y por eso mantener y elevar la competitividad de ese primer equipo es parte fundamental de la correcta gestión general de la entidad, pero dentro de un plazo de tiempo, y no de un año para otro.
Una sociedad mejor
Parece evidente que el Betis es una sociedad más grande, más moderna, más eficiente, mejor organizada, más ambiciosa y más competitiva que la que era cuando los actuales dirigentes se hicieron cargo de ella, en 2015. Comunica mucho mejor, ha entendido magistralmente la digitalización y su capacidad para impactar y para comprometer a sus seguidores ha aumentado de manera exponencial. En lo deportivo también ha crecido, esto es incuestionable, y el primer equipo, con los altibajos de rigor, ha ido dirigiéndose hacia un modelo que empieza a tomar cuerpo de una forma más que satisfactoria tras la llegada de Antonio Cordón y Manuel Pellegrini, que son, en definitiva, los técnicos especialistas que han de definir el color del desempeño «industrial» de una empresa deportiva. Desconozco, eso sí, el detalle de los números. No he visto una cuenta de pérdidas y ganancias ni un balance, y por ello no me atreveré a hacer juicios sobre la gestión económica ni en términos absolutos, pero estoy seguro de que tampoco han analizado la realidad contable y financiera de la entidad la mayoría de los más recalcitrantes contrarios de Haro y López Catalán, y tampoco veo que las críticas a los actuales mandatarios béticos se refieran a este campo. Por ello no termino de comprender la agresividad exacerbada que detecto en esa oposición más radical al equipo directivo del Betis, salvo que tenga su origen en batallas perdidas y mal encajadas, y esto no me parece aceptable cuando entre béticos anda el juego. Los matices, por último, son importantes, pero no tanto como para hacerlos «casus belli». Como amigo de Lorenzo Serra Ferrer y defensor sin ambages de su fantástica aportación al Betis me pareció execrable el trato que se le dispensó en su última salida del club, pero este desagradable episodio no puede determinar la auditoría de una gestión global que, a simple vista, es claramente positiva y cuya continuidad, en mi opinión, es lo mejor que se puede desear para el Real Betis a la fecha actual. Y cuando deje de serlo, habrá que decirlo.
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