El Betis no se lo cree
Se llega arriba cuando se es bueno, pero se consolida uno en las alturas cuando tiene espíritu de equipo grande y va a por la sangre cuando la huele, que fue lo que no hizo el Betis en San Mamés
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Iniciar sesiónDecimos que el fútbol es imprevisible y que por eso, entre otras razones, es tan fascinante. Pero no siempre lo es. Imprevisible, digo. El pinchazo del Betis cuando mejor se le ponen las cosas, por ejemplo, es un clásico no ya en el imaginario verdiblanco, ... sino en el del fútbol nacional. Del mismo modo, la remontada del Athletic en San Mamés, si tonteas nada más que un poco, la puede vislumbrar el tonto Simón, que no tiene solución. Así que no, no siempre nos sorprende el fútbol. A la vista de los resultados que se estaban produciendo en la pasada jornada, que le daban al Real Betis la oportunidad de consolidarse en el podio de la Liga con una ventaja notable respecto al cuarto clasificado, estoy completamente seguro de que no había ni un solo bético que no temiera el fallo de su equipo en Bilbao. Igualmente, apostaría a que fueron legión los que intuyeron la remontada local viendo el desempeño del conjunto verdiblanco desde que se puso en ventaja en el marcador. No, no siempre es imprevisible el fútbol, pero no por ello molesta menos que suceda lo que se ve venir, diría que más bien es al contrario.
Las derrotas nunca se encajan bien, pero las hay de diferente calibre y por consiguiente no todas causan la misma lesión. E igual que las hay que apenas duelen, porque todas son molestas pero no todas necesariamente duelen, también las hay que más que doler, hieren. La que se apuntó el Betis este fin de semana en Bilbao, para mí, fue una de estas. Se sabe que el Betis es propenso a hacer el indio —forma de hablar— cuando le ponen en bandeja de plata el éxito, y se sabe que si en San Mamés no eres sanguinario —forma de hablar—, te levantan cualquier ventaja. Pues nada. Lo uno y lo otro, y de la peor manera. En el minuto setenta armó el cuadro de Pellegrini una contra que por un momento pareció que podía crear una oportunidad para hacer el 1-3, pero en lugar de profundizar mirando a la portería de Julen Agirrezabala, Fekir, Canales y Bellerín fabricaron un bucle de tiki-taka en la banda derecha, junto al vértice del área local, y después de la correspondiente reorganización de la defensa bilbaína el balón volvió atrás, hasta los pivotes béticos del centro del campo. En pocos pases más, de los de seguridad, se perdió la posesión por una imprecisión de las que no pueden producirse cuando se juega con la máxima concentración. En esa jugada pareció que al Betis le interesaba más aguantar la pelota, defenderse con ella y dormir el partido que tratar de resolverlo definitivamente con más goles. El Athletic lo percibió y vio que tenía una oportunidad. Y no sé usted, bético lector, bética lectora, pero servidor en ese momento se temió lo peor. Porque, de manera inexplicable, el Betis ya llevaba entonces un buen rato fuera del partido, más o menos desde que Fekir hizo el 1-2 en el 52, y lo cierto es que no hubo que esperar nada para confirmar ese temor inquietante. Dos minutos después de la renuncia a ese contragolpe empató Iñaki Williams, y ya con el conjunto bético haciendo aguas por todas partes, al borde del noventa llegó el 3-2 tras un ataque vulgar de los rojiblancos y resuelto de carambola, con un golpe de fortuna.
Mantenerse es más difícil que llegar
Dicen que llegar arriba es muy difícil pero que más aún lo es mantenerse, y he aquí la prueba. El Betis tomó el ascensor y se plantó en el tercer puesto de la tabla porque juega bien, tiene fútbol y hace goles, pero después de celebrar esta clasificación goleando ante su afición a la Real, tocaba defenderse en esas alturas a las que no está acostumbrado. ¿Hay lo que hay que tener para fajarse en el piso Champions? En el primer intento ha pinchado en hueso. Jugó a ratos, lo justo para demostrar que tiene mucha más calidad que el Athletic de Marcelino, pero acabó perdiendo. Y ya van dos veces, en muy poco tiempo, que el cuadro albiverde termina mordiendo el polvo siendo mejor equipo y teniendo más recursos técnicos que el adversario, y en ambas ocasiones por, aparentemente, ser conservador y poner el foco en reservar cosas —la integridad física en Glasgow y la ventaja en San Mamés— en lugar de ir a por el gol que terminara de resolver las cosas. ¿Es filosofía, criterio, obedecer órdenes, o es falta de personalidad, de experiencia o de carácter? Habrá que verlo. Pero sí que me atrevo a escribir que en esta oportunidad, ante un Athletic que lo empeña todo al ímpetu, al consabido amor propio de los leones y a la velocidad de los hermanos Williams, al Betis le faltó, por lo menos, convicción. Tengo la sensación de que a los jugadores béticos les está costando creerse lo bueno que son como equipo y el poder que tienen para desequilibrar el juego y para amargar a cualquier rival a base de velocidad y de fútbol. De pronto apagan la luz, le dejan el balón al contrario y se ponen a correr desesperadamente detrás de él, haciendo bueno a cualquiera porque a veces defienden como los niños del patio de un colegio, al barullo. Y es tan sorprendente como frustrante.
He leído que el Athletic ganó con un gol de suerte, y no es mentira, pero tampoco lo es que el Betis no mereció esa suerte, y creo que perdió este partido por no encararlo con la ambición y con la solidez que se presupone a un equipo que está tercero en la clasificación. Se llega arriba cuando se es bueno, pero se consolida uno en las alturas cuando tiene espíritu de equipo grande y va a por la sangre cuando la huele, que fue lo que no hizo el Betis en San Mamés. Prefirió hacer otras cosas y perdió cuando tenía claramente la dinamita para reventar el partido, igual que Fekir se ganó la tarjeta amarilla en una jugada que podía haber aprovechado para conseguir que fuera Balenziaga el que viera la amonestación. Que Pellegrini dice que es vergonzoso cómo los árbitros tratan al francés y es verdad, pero no es la razón por la que el Betis se volvió de vacío del País Vasco. Cayó en Bilbao porque lo hizo casi todo al revés. Marcó en el minuto seis culminando una jugada de ataque que expresaba lo que es el cuadro bético, pero sólo sirvió para empatar porque ya había encajado… ¡en el minuto dos!; y se puso por delante en el marcador con un remate de rabia de Fekir junto después de que el crack bético fuera amonestado en esa jugada antes comentada. El resto del tiempo lo que hizo fue contemporizar y desperdiciar un par de ocasiones muy buenas —como la que marró Willian José minutos antes de ese tanto de Fekir— en lugar de explotar su superioridad técnica, su verticalidad y su desborde.
Quizá hubiera perdido igual de haber ido a por el partido con determinación, pero en el punto en el que está, el Betis puede perder tratando de afianzar sus maneras y su personalidad, y no jugando a ser lo que no es. Si contemporiza y se defiende, es un equipo vulgar. Si ataca, es excelente. No ha llegado el conjunto de Pellegrini al podio de la tabla por lo bien que defiende, y esta es una realidad que hay que creerse. Dijo Óscar de Marco al finalizar el encuentro, feliz y orgulloso, que había sido «un partido típico de San Mamés». Es verdad, pero lo fue porque el Betis lo propició. Maldita sea.
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