Atletismo
De la silla de ruedas al Ironman
María Jesús Navarro se empeñó en que la artritis reumatoide no iba a ganar ninguna carrera en su vida
De la silla de ruedas al Ironman
Levantarse de la cama puede ser, a veces, el peor momento del día. Da pereza, no hay ganas, pesa el cuerpo. Al final, no queda más remedio que dejar de remolonear y poner un pie en el suelo para incorporarnos. Y ya. Es una acción ... cotidiana, natural, rutinaria. Una tortura para María Jesús Navarro, «Maje», en los peores días de su artritis reumatoide . «Se van deformando los huesos, la musculatura, los ligamentos. Durante las inflamaciones me provoca inmovilidad. Es muy doloroso», y por si fuera poco, sin cura y degenerativa. Así describe «Maje» al ogro que se le metió en el cuerpo y que le fue diagnosticado cuando tenía 20 años.
Ha habido días de inventar un sistema de cuerdas para alimentar a su hijo sin tener que sostener el biberón, por falta de fuerza; ahora hay días en los que peinarse cuesta un mundo. «'Hazte a la idea de que vas a terminar en una silla de ruedas. No llores, esta enfermedad es de sufrir, no de morir', me dijo el médico de golpe. Se me volvió todo negro. Pasé tres días sin salir de la habitación buscando información y cada vez me desesperaba más de lo que leía». Pero la enfermedad no sabía en qué cuerpo y en qué cabeza se metía.
Muchas lágrimas, muchísimos dolores y millones de tropiezos después, «Maje» devolvió color a su futuro al recuperar lo que más amaba: el atletismo. «Justo antes de que me diagnosticaran la enfermedad había hecho el maratón de Valencia. Quedé la primera júnior. Tenía una carrera por delante. La siguiente vez que me calcé las zapatillas, habían pasado ocho años. Corrí cuatro minutos y me dolía todo», recuerda entre risas. Pero la pasión pudo más que los dolores. Lejos de dejarse vencer por la artritis, volvió a salir a los pocos días y aguantó un poco más. A los nueve meses, su primer maratón de su nueva vida.
No se quedó ahí. «Me propuse ser mejor de lo que era. Aunque no pudiera ir a por un primer puesto, tener lo suficiente para estar en la línea de salida». Hasta el momento, sus piernas atacadas por una enfermedad que de forma casi diaria le dice «hola, estoy aquí», acumulan 16 maratones, carreras de 100 kilómetros y varias de más de 50. Aún así, dice que no es una súper mujer. «Sin tanta gente que me ha levantado cada vez que caía no podría hacerlo. Mis compañeros de trabajo que me vienen a levantar a casa. Mi madre, sobre todo. Porque lo más difícil de la enfermedad está en la cabeza. Ella me tenía que levantar, darme de comer, peinarme... todo. Se me hacía muy duro ser tan dependiente». Y Edu, su hijo de seis años, que entendió hace mucho tiempo que a veces su madre no puede prepararle el desayuno porque a las nueve de la mañana ya no tiene fuerzas en las manos.
Objetivo: ironman de Lanzarote
Y aún así, un ironman, el de Lanzarote, para desterrar la idea de una silla de ruedas que se desdibuja de su mente en cada zancada que puede dar sin que grite de dolor. La prueba asusta solo sobre el papel: 3.860 metros de natación, 180 kilómetros en bicicleta y un maratón -42.9 kilómetros- para finalizar. No para Maje: «No le tengo miedo, sí respeto. He hecho tantas barbaridades. Mi carrera son todos los días. El mañana no existe».
Por eso se preocupa de hacer todo lo que puede cada minuto de su vida: «Conforme pasa el día, me voy entonando. Me voy a entrenar por las tardes, porque el cuerpo parece estar mejor. Pero no hay un plan rígido porque a lo mejor hoy no puedo caminar y me voy a la piscina para compensar. Psicológicamente estoy tranquila. Va a salir todo bien», confirma entre toses porque una bronquitis, la primera con la que no llega a los 40 grados de fiebre, todo un alivio, le ha trastocado los planes.
«Me propuse ser mejor. Mi carrera son todos los días. El mañana no existe»«No importa. El secreto es no caer. Y si caes, levantarte, así de sencillo. He aprendido a convivir con la enfermedad, también los que me rodean, y son un grandísimo apoyo. Mayo 2015 es la meta, llegar ahí poco a poco. Sin pánico. Que ese ya lo lleva mi madre incorporado», ríe, siempre ríe.
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