vuelta a españa
Las historias del abuelo Chris Horner
El americano, a punto de cumplir 42 años, bate a Nibali en una memorable subida al Angliru

«Nunca me han valorado. Quizá no me hacía valer». Horner ha sido gregario de Evans, Contador, Armstrong y los Schleck . El americano sonriente, raro, un punto salvaje.
Nació en la base militar de Okinawa ( Japón), donde trabajaba su padre. Creció en Oregón. Conoció las bicicletas reparándolas en un taller. Se fijó un reto difícil en Estados Unidos: ser ciclista. Pagó a plazos una autocaravana y se metió a una vida itinerante. De carrera en carrera. Comía en las áreas de servicio: hamburguesas, «snickers» y «Coca Cola» . No ha cambiado.
Cuando América se le hizo pequeña, buscó fronteras. En Sudáfrica, Alain Gallopin, director en 1996 de La Française des Jeux, lo vio, con coleta y pinta hippie, y lo fichó. A París. Horner conoció el lado oscuro del dopaje . No se adaptó ni al frío francés ni al pelotón europeo. Regresó a América. Feliz en casa, volvió a mandar en el circuito estadounidense. Y allí seguiría sin una carambola. Imanol Aiestaran, ciclista profesional, conoció a Horner en 2001. Coincidieron en la Vuelta a Asturias. En las cenas. Segundo billete a Europa. El lazo sigue. Horner pasa semanas en San Sebastián.
En 2004 la firma Scott necesitaba un ciclista americano. Ya estaba calvo y había cumplido 33 años. Un veterano de guerra que terminó noveno el Tour de 2010. Una caída y los cambios de presión le provocaron una coágulo. «Pude morir». Tenía 40 años. Hora de sobra para dejarlo. No. Ahí sigue. De todas sus historias, la más increíble es la de su victoria en esta Vuelta, a punto de los 42.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete